— Mamá, por favor no te vayas al cielo.
Una pequeña niña lloraba junto con su hermano al enterrar a su madre, por detrás se encontraban muchas personas que miraban a los pobres huérfanos con compasión, ya que sabían que habían perdido a la única persona que se había preocupado por ellos.
— Vamos Marien — el chico tocó el hombro de la pequeña niña que lloraba desconsolada por la pérdida de su madre — es hora de ir a casa.
Ella no quería ir, no cuando sabía que en esa casa no los esperaba nadie que valiera la pena, le hacía ilusión llegar esas cuatro miserables paredes porque su madre la recibía cálidamente, pero justo en este momento el motivo de su alegría se encontraba tres metros bajo tierra. Al llegar a la casa que se mantenía en pie por gracia divina se percibió un fuerte olor a alcohol, en una esquina se encontraba el progenitor de ambos chicos casi muerto por beber tanto, pero ellos sabían que todavía Dios no se había compadecido de sus miserables almas y había reclamado el alma del hombre.
— Iré a ver si hay algo de comer — dijo él — ve a esconderte donde ya sabes, no quiero enfrentarme nuevamente a ese hombre.
— Está bien hermano, por favor no tardes.
La pequeña niña se escondió detrás de un hueco que había en una de las paredes y ahí esperó pacientemente por su hermano, que solamente le llevaba unos cuantos años. El chico buscó en la cocina algo para comer, pero desgraciadamente no había nada, lo que predominaba en ese sitio eran las botellas de alcohol vacías, encontró entre las ollas sucias un pedazo de pan duro que con costo alcanzaba para su hermana menor.
— ¡QUIERO COMIDA!
El alcoholizado hombre se dirigió hacia el chico y al ver el pedazo de pan duro en su mano se lo intento quitar, pero este lo evadió.
— ¡Es para Marien! Por Dios santo papá, hoy sepultamos a mamá y tú estás borracho como siempre.
— Dame ese pan Andrés, tengo hambre.
Él lo pudo evadir la primera vez, pero no corrió con la misma suerte, la segunda ocasión, su progenitor le lanzó una de las tantas botellas que había en la casa y logró darle ocasionando que su cabeza fuera abierta. A pesar de la gran herida que tenía en dicha parte de su cuerpo, logró correr en dirección del hombre y le dio una patada que lo tiró al suelo.
— Nunca más volveré a permitir que me toques, que Dios perdone mis pecados, pero ya no más.
Él se fue donde su hermana y le extendió el pan duro, en su corazón había demasiadas heridas y había tomado una decisión que le haría una herida más.
— Quiero que recuerdes que te amo, pero, a pesar del gran amor que te tengo, no puedo soportar este estilo de vida — él lloró — me voy a ir de la casa.
La niña al escucharlo rompió a llorar, a pesar de que le suplicaba que no la abandonara en ese infierno, él no cambió de parecer.
— Volveré por ti, te lo prometo. Por favor mantente a salvo en lo que regresó, juro que vendré y todo esto va a ser parte de una pesadilla que superaremos juntos.
— No me dejes, hermano, te lo imploró, llévame contigo.
— No puedo, estaré en la intemperie y sinceramente soy incapaz de hacerte pasar por eso.
Él se fue con la sangre seca en su rostro mientras la pequeña Marien lloraba inconsolablemente, en un día había perdido a las únicas dos personas buenas en su vida.
— ¡Ya cállate! — grito su progenitor — si no lo haces te voy a dar un motivo para que llores.
Ella se quedó callada y entre lágrimas se comía el pan duro que su hermano le había dado, solamente era una niña y le había tocado confrontar cosas que nadie debía soportar.
— ¡Dije que te callarás! La cabeza me va a reventar y solamente escuchó tus llantos.
El hombre buscó a la niña y cuando la encontró en ese hueco donde solía ocultarse la comenzó a golpear, sus patadas arremetían contra el pequeño cuerpo de su hija y entre más ella suplicaba que se detuviera más golpes eran dirigidos a esa frágil existencia.
— Hasta que por fin te callas.
Él se había cansado de golpearla, la niña yacía en el suelo mientras un charco de sangre se formaba cerca de su boca.
— No quiero escucharte hacer un solo ruido, ni quejidos por la paliza que te di, te la mereces por dramática.
El tipo tomó el pan duro que había en el suelo y se lo llevó a la boca, pero al sentir el desagradable sabor simplemente lo tiró encima del cuerpo magullado de su hija.
Andrés se aventuraba en las calles y en sus adentros se decía que aunque no era fácil ese estilo de vida, era peor estar en ese infierno de casa. Comenzó a buscar como ganar dinero y eso lo llevó a pedir dinero, ya que prefería mendigar a robar, había llamado la atención de un oficial de policía y aunque quería ayudarle cada vez que se le acercaba, él huía.
Sabía que si era capturado por la policía sería llevado a un hogar sustituto y no deseaba salir de un infierno para entrar en otro.
El tiempo pasó y la pobre Marien tenía cicatrices en todo su pequeño y frágil cuerpo, ya que no tenía nadie que se ocupará de ella y le diera de comer, decidió ir a pedir limosna, pero lo poco que lograba reunir era arrebatado por su padre para comprar licor. Los vecinos se compadecían de la pequeña niña y le daban de comer cada vez que podían, ellos querían llamar a la policía para que se hicieran cargo de ella, pero cuando le decían esto, Marien les suplicaba que no lo hicieran, ya que su hermano iría algún día de tantos para traerla. Aunque ellos dudaban mucho de las palabras de la infanta, accedían una vez que miraban esos hermosos iris empañados por las lágrimas, además sabían que en un hogar sustituto sufriría de igual o peor manera de la que ya sufría y consideraban que todos los que estaban al pendiente de su frágil existencia le hacían la carga más ligera.
— Toma tus cosas — le dijo su padre tambaleando — perdí la casa en una apuesta y tenemos que desalojar.
— Pero papá, ¿Adónde vamos a ir?
— ¡TÚ SOLO OBEDECE!
La niña asintió con un miedo tremendo, no quería que su padre la golpeara, sentía que una nueva paliza por parte de su progenitor probablemente la mataría y aunque muchas ocasiones quería morir y finalmente reunirse con su madre trataba de luchar por vivir, un presentimiento surgía dentro de su corazón que le decía que todo iba a mejorar en un punto de su vida.
Las pocas cosas que ella tenía las tomó y entre esas estaba una vieja fotografía de su madre, era su más preciado tesoro y lo llevaría adonde fuera.
A partir de ese momento comenzaron a vivir en un edificio viejo donde había muchos vagabundos, ella se tuvo que enfrentar a un ambiente insano para una niña de su edad, pero no tenía más opción que luchar por vivir.
Cerca de donde se estaban quedando había una cantina que su padre frecuentaba siempre, ella aprovechaba cuando él no se encontraba para ir a pedir dinero o comida, Marien era una pequeña que no botaba los huesos por la piel.
En reiteradas ocasiones tuvo que comer de la basura y aunque había alimentos que le hacían daño debido a la fuente de donde provenían, ella no tenía más opción que hacer esto, ella lo hacía cuando su padre estaba cerca y no podía mendigar.
El tiempo transcurrió y su padre estaba ahogado en deudas de alcohol, le debía demasiado dinero al dueño de la cantina y ya le había dicho que no le daría más crédito hasta que no le pagará.
— Por favor, te lo suplicó — se puso de rodillas — dame un trago que siento que voy a morir.
— Me debes mucho dinero, así que no pienso darte ni un shot.
— Te lo suplico, dame ese trago y haré lo que sea.
— ¿Lo que sea? — preguntó el hombre con maldad — ¿estás seguro?
— Sí, dime que es lo que quieres.
— Quiero estar con tu hija, pero también quiero que tú estés con ella mientras los grabo, prometo perdonarte la cuenta y darte licor por un año completo, lo que quieras tomar
— Está bien, pero antes dame alcohol.
— Muy bien, es un trato.
El papá de Marien tomó hasta caer, a pesar de eso se mantuvo consciente para levantarse e ir a buscar a su hija, donde se encontraba dormida.
— Muy bien hazlo — ordenó el cantinero — yo sigo después.
Él tomó a su hija y cometió el acto más vil y cruel que se pueda hacer a una persona, Marien en ese momento temblaba y sangraba por su entrepierna, al ver que el otro tipo iba a hacer lo mismo tomó una botella y la quebró, con esto lo clavó sin asco en las partes sensibles del cantinero y a como pudo fue corriendo lejos de donde su progenitor mientras apretaba con fuerza la fotografía de su madre.
Andrés por su parte se había dejado ayudar del oficial de policía y le fue bien, el hombre lo recibió en su casa como un hijo, ya que se compadeció al escucharlo decir todas las penurias que pasó al lado de ese tipo.
— Quiero ir por mi hermana, le prometí que regresaría por ella.
— Con lo que me contaste de tu papá creo que debemos ir a buscarla inmediatamente, ella no puede seguir al lado de ese tipo.
Ellos llegaron al barrio donde había vivido tiempo atrás y al entrar a la casa miraron a varias personas teniendo sexo de manera descontrolada, el oficial tapó los ojos de su hijo y lo sacó de ese lugar que solamente le revolvía el estómago.
Preguntaron a los vecinos sobre el paradero de la pequeña Marien y ellos al ver a Andrés tan cambiado se sorprendieron, el chico lucía bien cuidado y se notaba que había aumentado de peso.
— Ese maldito hombre se fue al poco tiempo que tú te fuiste, perdió la casa en una apuesta y se llevó a la pequeña Marien.
— ¿Tiene idea de donde fueron?
— Lo siento Andrés, pero no lo sé. Sabes muy bien cómo es tu padre, la realidad es que todos los vecinos nos encontramos preocupados por la pequeña Marien, si sé de algo ten por seguro que te voy a buscar.
— Se lo agradecemos, señora — dijo el padre adoptivo de Andrés — aquí tiene mi número de contacto, es el personal y también el de la comisaría en la que trabajo.
— Muy bien — ella tomó la tarjeta — me alegra saber que al menos a uno de los dos le fue bien, espero que la vida te sonría a partir de este punto.
Él se sintió culpable al haber dejado a su hermana en ese sitio, su nuevo papá lo reconfortó y le prometió buscar a la niña así fuera debajo de las piedras.
Marien por su parte, se había ido de ahí, caminó muchos kilómetros y finalmente había llegado a un sitio donde estaría a salvo de su padre.
Los años pasaron y ella se había criado en las calles, debido a eso y a que era una joven sumamente hermosa, había sido víctima de manoseos por parte de los vagabundos, desgraciadamente en una ocasión fue abusada sexualmente por uno de ellos y aunque se había defendido lo cierto era que las fuerzas no le daban, comenzó a tener malestares conformé el tiempo y resultó estar embarazada.
— Mi amor, no sé qué seas — ella le habló a su vientre — pero definitivamente seré una buena madre para ti, prometo protegerte de cualquiera que quiera hacerte daño, sin excepciones. Siempre estarás segura al lado de mami, pase lo que pase te protegeré con mi vida, a partir de este momento solamente existes tú y yo pasó a segundo plano.
Los meses pasaron y trataba de comer lo más que podía, ese ser creciendo dentro de ella había sido su motor para vivir.
— Ouch — ella sintió una punzada en su vientre — ¿Acaso ya vienes, mi vida? Perdón por no poder traerte en mejores condiciones, juro que nunca más vas a volver a padecer penurias, conseguiré un trabajo en donde te daré todo lo necesario.
Los dolores fueron en aumento, Marien sudaba demasiado y acariciaba su barriga mientras le pedía a los cielos que no la desampararan en este momento tan duro, ya suficiente la habían ignorado como para hacerlo también en esa ocasión.
Una vez que le llegó el momento del parto tuvo que hacerlo sola, su pequeña hija había llegado al mundo en medio de la lluvia, a pesar de eso la alegría que sintió al momento de tenerla entre sus brazos fue indescriptible…