*** —¿Y si cambiamos el té por un vino? —pregunto mientras extiendo una copa llena de un exquisito Cabernet Sauvignon—. Tu padre guarda verdaderas joyas en la cava. Él acepta la copa sin protestar, con un gesto que mezcla curiosidad y algo más... ¿Expectación? —Quiero que la mires —le indico mientras me acomodo a su lado—. No te alejes. Tranquilo... ya sé que entre nosotros no habrá nada. Hay temor en sus ojos, pero también esa chispa, el anhelo de alguien que aún no sabe cómo confiar, pero quiere hacerlo. Debo admitirlo: en mi mundo tenía muchos amigos homosexuales, y los extraño profundamente. Siempre fueron mejores amigas que muchas mujeres. Más leales. Más libres. Mis palabras inician el conjuro sin perder de vista el vino que ahora será la pantalla que mostrará a este hombre la e

