Los veinte

1721 Words
Me subí los vaqueros rotos y me puse mi camisa, en el aire sentí que no era una día como cualquier otro. Mis amigos me estaban esperando frente a casa para irnos juntos a la universidad. Antes de salir, me miré por última vez al espejo y me arreglé el oscuro cabello que caía con delicadeza sobre mis hombros. Sin duda alguna, lo mejor de mi aspecto físico es mi negra cabellera que hace resaltar de forma casi celestial el color miel claro de mis ojos, los hace resaltar tanto, que en ocasiones, cuando me encuentro en espacios iluminados parecen brillar. Cruce la puerta de mi habitación y bajé las escaleras hasta la sala, allí encontré a mi madre en una llanto desconsolado mientras mi padre intentaba sin existo consolarla. - ¿Va todo bien? A ambos los había tomado por sorpresa, mi madre secó sus lagrimas con la manga de su camisa y pasó del llanto a la felicidad en cuestión de segundos. Ignoró por completo mi pregunta y extendió sus brazos para someterme a un caluroso abrazo. No son fan del contacto físico. - Debes estar emocionada - dijo mi madre - cumplir los 20 es una paso importante en la vida, es el fin de tu etapa como adolescente, la llegada de la vida adulta puede ser muy desafiante y eso me pone triste, pero sabes que siempre estaremos aquí para ti, somos tus padres y eso hacen los padres ¿entiendes? - miró a mi padre. Mi padre - que se parece un poco más a mi - asintió desde la distancia. No tenía muy claro de donde venía ese discurso tan melodramático para mi gusto y mundo menos, para donde iba con él. - Está bien mamá, lo entiendo, pero sabes que todo seguirá igual ¿verdad? Realmente nada cambiará mucho. - Ya sé que para ti todo lo que digo son tonterías. - Hoy no mamá ¡por favor! - ¡Feliz cumpleaños Hal! - dijeron mis padres al unísono. - Los amo - respondí - es hora de irme, Ann y Nick me están esperando y ya voy bastante tarde. Tomé mi mochila del sofá, giré la perilla de la puerta, le di un último vistazo a mis padres y me despedí con un vago movimiento con la mano. En la calle encontré el lindo auto de Nick y al volante su aún mas lindo propietario, en el asiento del copiloto estaba Ann agitando con rudeza sus manos y al bajar la venta del auto, su abundante melena castaña se enredaba con el viento. - ¡Cumpleañeraaaaaa! - gritó desde el auto. - Shhhhh, que vergüenza - contesté. Mi amiga de la infancia soltó una carcajada que le hizo poca gracia a Nick quien me veía de reojo desde su asiento. Abrí la puerta trasera del vehículo y me senté atrás de Ann, la castaña me recibió con un fuerte abrazo. Por el retrovisor Nick me regaló una dulce y tímida sonrisa, en su idioma, me estaba deseando un feliz cumpleaños. - ¿Qué tal tu mañana? - añadió Nick con tranquilidad. A primera vista, Nick parece ser bastante pasivo, una persona poco interesante y sin mucho que aportar; pero la cierto es que el muchacho de ojos verdes esconde dinamita en su anterior, además, al lado de Ann hasta una explosión parece pasiva. A veces, es complicado lidiar con tanta energía. - Sin novedad- no le vi importante contarle lo de mis padres - la pregunta del millón es ¿Qué haremos hoy para festejar? - Por el momento iremos a clase - dijo clavado sus ojos verdes en mi - más tarde veremos, quizá haya alguna sorpresa para ti - dijo con un guiñó. El auto se puso en marcha y las calles empezaron a pasar a nuestro alrededor, las mismas calles que recorro hace varios años camino a la universidad. Aunque me la estaba pasando bien con mis amigos, no podía parar de pensar en el llanto de mi madre. Sé que se justificó en la nostalgia de volverme adulta, pero lo cierto es que la excusa me convencía poco. Tal vez se trataba de un tema financiero y por eso no quisieron decirme nada. Al volver a la realidad, la música invadía cada espacio del vehículo, mientras observaba los edificios pasar con rapidez, no pasó desapercibido un rayo dorado y luminoso que se paseaba de manera descarada por las paredes negras y brillantes de uno de los edificios. Hace algunos años me acostumbre a ver aquellos rayos y comprendí que no se trataban de rayos solares como lo creía cuando era menor. Con los años desarrollé una habilidad infalible para identificar aquellos singulares rayos, incluso cuando algunos parecen ser tan tenues e imperceptibles. El recuerdo del primer rayo dorado vive con fuerza en mi memoria. Era un día como cualquier otro y ese era un rayo como cualquier otro, excepto por el hecho de que estaba de noche y no había luz en mi habitación. En mi profunda inocencia y maravillada por lo que mis ojos habían visto, corrí a contárselo a mis padres sin saber lo mucho que me arrepentiría por habérselos dicho. Al ver su reacción comprendí que no podría contar con ellos para averiguar de que se trataba. Sin ellos saberlo, ese momento marcó un antes y un después en nuestra relación y cuando de vez en cuando me preguntaban por aquel rayo, mentía descaradamente. A pesar de mis años de búsqueda de la verdad, esta siempre se mantuvo lejos de mi y como era de esperarse, llegó el día en el que me rendí y deje de hacer averiguaciones. Me prometí apreciar aquellos rayos como algo más del paisaje. - ¿A qué hora naciste? - preguntó Ann gritando por encima de la música y sacándome de mis pensamiento, Nick la miró con frustración. - ¿Por qué preguntas? - Ann suele ser bastante ocurrente, además de infantil para algunas cosas, pero es mi amiga desde que tengo memoria. - No lo sé, soy tu mejor amiga, son cosas que debería saber tu mejor amiga ¿no? - Bueno... Pues no creo que sea para nada algo relevante - hizo un puchero, era mas sencillo decirle la verdad, tal vez así me iba a dejar en paz - a las 11:30 pm. Ann me miró con la boca abierta, estaba súper asombrada. - Entonces aún no tienes 20. Me encongí de hombros. - Genial - dijo Ann como si fuese una niña pequeña, lo que me provocó una sonrisa y a Nick una mueca de desagrado. Poco después llegamos al estacionamiento de la universidad y nos dirigimos al aula donde teníamos nuestra primera clase del día. Al entrar al salón noté que los rayos del sol se filtraban por las ventanas, pero entre ellos había uno que no era como los demás, entre ellos uno destacaba por su brillo y belleza. Lo sabía, era otro rayo dorado. No suelo verlos tan seguido, siempre aparecen de 2 a 3 veces por semana y jamás, jamás, jamás, dos en un mismo día. A mi lado se sentó Nick y junto a él tomó asiento Ann. Nick me miró y en voz baja me felicitó por mi cumpleaños. El profesor, un hombre bajito, moreno y calvo entró y descargó sus pertenecías en el escritorio, acto seguido y podría decirse que sin saludar comenzó la clase. Al salir de la pesadilla de Administración y Finanzas I, Ann como de costumbre se quejó. - No entiendo ¿por qué tenemos que ver esta ridícula clase? - dijo mientras se ataba la melena en una coleta - ¡estudiamos diseño! - continuo diciendo - No ingeniería o administración o alguna de esas chorradas. - Si tanto te disgusta la materia deberías retirarla - respondió Nick con sarcasmo o al menos eso quiero pensar. - Shhh - le chiste a Nick, porque en el fondo sé que no es con sarcasmo. Él respondió con una amplia sonrisa que me permitió admirar sus hermosos dientes blancos. Caminamos sin rumbo por el campus mientras hacíamos tiempo hasta nuestra próxima clase. A lo lejos vi una hermosa morena que miraba con detalle al castaño junto a mi. Sé que se llama Cristy porque vimos una clase juntos el ciclo pasado. Miré de reojo a Nick, quien no se percataba de la morena que lo devoraba con la mirada. - Ey Nick, alguien no te puede despegar la mirada - le dije. - ¿De qué hablas? ¿Quién? - me contestó al oído, lo que provoco que se me levantaran todos los bellos del cuello. - ¿Recuerdas a Cristy? - él asintió - a las nueve no te despegan la mirada. Nick miró con disimulo y la morena apartó la mirada al instante, lo que provocó una carcajada de mi amigo. -¡Hey! Que chismean usted allí - dijo Ann que se había quedado atrás. - Nada que te incumba - respondió Nick descortés y aceleró su paso dejándome atrás con con mi amiga. - Tan sensible como siempre - dijo refiriéndose a Nick. Es cierto que Nick tiene una personalidad algo complicada, no puedo decir que sea sencillo llevarse con él, lo observé caminando frente a nosotras, siempre he sabido que es demasiado guapo, su pelo castaño oscuro y sus ojos verdes le complementan demasiado bien, además, por lo que me ha contado desde pequeño ha pertenecido a clubes deportivos, por eso tiene un cuerpo tonificado. A donde quiera que vayamos, siempre llama la atención de todas. Giré para darle un último vistazo a la morena, pero solo me encontré con otro rayo en la estructura del edificio. La mañana restante transcurrió con normalidad, nuestras clases terminaron al medio día y nos dirigimos a nuestro restaurante favorito para almorzar. - ¿Entonces? - le dije a mis amigos - ¿qué vamos a hacer? Nick comprendió de inmediato de que hablaba, mientras que Ann me miró con extrañeza. - Sé que en la playa hay una tardeada hoy, con eso no trasnochamos y estamos bien para las clases de mañana. - No, no, no, esos sitios de electrónica que tanto les gusta por favor no - suplicó Ann. - Si no quieres, siempre esta la opción de no ir - le dijo Nick.
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