Larga Espera

805 Words
Tal y como prometió, Matías se puso a trabajar ese mismo día. Revisó la galería de imágenes que tenía dentro de su PC, y fue seleccionando aquellas que parecían ser más prometedoras. Luego volvió a realizar un segundo proceso de selección entre éstas. Se quedó con un total de treinta y cuatro fotografías. Se pasó el resto del día editando el brillo, la saturación, el contraste y todo aquello que ayudara a mejorar la calidad de la imagen. No quería abusar demasiado de los retoques digitales ya que, según él, solían quitarle realismo a la fotografía. Lo hizo de la forma más sutil posible, manteniendo la esencia de cada captura. Poco antes de que su madre lo llamara para cenar, él ya había publicado la mitad de las fotos en una galería online, donde la gente no sólo podía disfrutar contemplando miles y miles de fotografías, sino que también podía comprarlas o pagar derechos de autor para que ésta se publicara en algún otro sitio. Todo esto se lo explico a su madre mientras comían, ella se mostró tan positiva como él y estaba muy entusiasmada de que su hijo tuviera una meta a perseguir. Esa actitud positiva en Matías se fue degradando con el paso de los días. Al principio logró alcanzar algunos picos altos, al vender varias fotografías; pero el precio que obtenía por las mismas era demasiado bajo como para considerarse una verdadera ganancia. De hecho, haciendo cálculos, ni siquiera alcanzaba para cubrir el gasto de los equipos adquiridos o del pago de algún medio de transporte, ya que al fotografiar paisajes urbanos debía moverse por toda la ciudad. Estaba muy conforme con la calidad de sus fotos, y pretendía seguir mejorando; pero el rédito económico no era lo que él había esperado. Su madre, quien también seguía buscando alguna nueva fuente de trabajo, no dejaba de decirle que todo era cuestión de tiempo y que él necesitaba hacerse de un nombre, ya que las fotografías son consideradas obras de arte y una obra vale lo que vale el nombre del artista. * * * Cinco semanas después de iniciar con su nuevo emprendimiento, Matías comenzó a sufrir una crisis de angustia. Las ventas no estaban mejorando y tenía la sensación de que sus fotos se parecían demasiado entre una y otra; había fotografiado, desde distintos ángulos, los mismos edificios y lugares de interés. No era tonto, sabía que necesitaba renovar un poco su catálogo. En su afán por conseguir paisajes urbanos diferentes se vio obligado recorrer largas distancias, lo hizo a pie, para ahorrarse el transporte. Pensó en usar una bicicleta, pero hacía tiempo que había vendido la suya y ninguno de sus amigos le podía prestar una, ya que solían usarla para ir a trabajar. Consideró que el esfuerzo valdría la pena, porque pudo reunir una buena cantidad de imágenes nuevas. Pero la desesperación lo abrumó al ver que las nuevas fotografías parecían captar menos atención que las primeras, como si el público se hubiera cansado de su estilo. Mirando objetivamente las fotos llegó a la conclusión de que se estaba repitiendo mucho, era casi como plagiarse a sí mismo. Los sitios y los objetos retratados podían cambiar; pero la forma de capturarlos con la cámara seguía siendo la misma. Esto lo impulsó a realizar una pequeña investigación de mercado. Buscó en Google páginas que pudieran informarle acerca de qué tipo de fotografías eran más redituables en la actualidad. En algunas de ellas vio que lo más rentable eran ser las fotografías de bebés o las de mascotas. «Muy mal —pensó—. No me llevo bien ni con los bebés, ni con los animales». Otra opción era hacer fotografías para negocios, por ejemplo, empresas de turismo. Eso tampoco le brindaba ninguna solución ya que él a duras penas podía trasladarse dentro de su ciudad, mucho menos podría hacerlo en las afueras, donde estaban la mayoría de los sitios turísticos de la zona. Continuó revisando páginas hasta que encontró una que captó su atención. Estaba en inglés, pero tenía el suficiente manejo del idioma como para comprenderla. Quedó fascinado con todo lo que leyó, una loca idea comenzó a formarse en su cabeza. Incluso llenó un formulario con el cual se comprometía con la web a trabajar para ellos. Al instante le llegó un largo e-mail donde se detallaban todos los pasos a seguir y los medios de pago que se emplearían; esta última parte no supuso ningún problema ya que podría utilizar la misma cuenta de Pay-pal que tenía asignada para la venta de fotografías. No tenía ni idea si iba a poder cumplir con todos los requisitos de la web, pero se empeñaría en hacerlo, y el firmar el contrato era el mejor incentivo que podía pedir. De momento no le quedaba más por hacer que esperar.
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