Capitulo I "El Despertar".

2000 Words
Durante la noche más oscura que se había vivido en mucho tiempo y que parecía eterna, la lluvia caía en cortinas plateadas sobre los campos de Niharyn, arrastrando consigo la sangre que empapaba la tierra. El olor a hierro y humo se mezclaba con el aroma de la tierra mojada, creando una fragancia agridulce que Alessandro Valkon conocía demasiado bien por Sus años de experiencia. Su armadura negra reluciendo bajo el aguacero como obsidiana pulida. Sus botas chapoteaban en el barro rojizo mientras avanzaba entre los cadáveres, algunos aún calientes, otros ya rígidos bajo el aguacero, solo había restos de guerreros agonizantes en el enorme y sangriento campo de batalla. A su lado, como siempre Moriel caminaba con la gracia de una sombra, su manto verde esmeralda repeliendo el agua como si la lluvia misma la rechazara, pero nunca perdía la oportunidad de deslizar sus palabras venenosas: —*"Termínalo mi rey, ya puedes acabar con esta guerra"*, susurró, acercándose tanto que sus labios rozaron su oreja. El aliento de ella olía a menta y veneno. *"Llévate la cabeza de Abril y entrégasela a su padre. Que August vea lo que se siente al perder un tesoro antes de que le arranques el corazón con tus propias manos."* -Sus uñas con forma de garras se clavaron en su hombro a través de la armadura-. Alessandro no respondió. En lugar de eso, apretó los puños, sintiendo cómo la energía de los caídos —últimos suspiros, gritos ahogados, miedo— se arremolinaba en el aire y se hundía en su piel, alimentando las cicatrices doradas que serpenteaban por sus brazos. No era solo venganza. Era justicia. O al menos, eso se repetía a sí mismo cada noche para poder tomar esa decisión. Pero cuando levantó la vista hacia la Torre del Silencio, donde sabía que Abril lo esperaba, algo en su pecho se retorció sin saber exactamente que era, o al menos no quería saberlo. --- Dentro de La Torre del Silencio se desataba una tormenta interna, causada por todo el dolor tan profundo que Abril Venobich sentían en su corazón, Las lágrimas se mezclaban con el agua que se filtraba por las grietas de los muros. Ella se aferraba al espejo encantado con tanta fuerza que los bordes de plata le mordían las palmas de sus suaves manos. A través del cristal, veía los campos de batalla, los cuerpos de su gente, el humo que se elevaba de las aldeas incendiadas. Pero lo peor era verlo a *él*: Alessandro, su esposo, avanzando entre los cadáveres absorbiendo la energía vital de los agonizantes como un espectro de guerra, su armadura negra brillando bajo la lluvia como si estuviera tallada en la noche misma. —*"No es él… no es él…"* susurraba como un mantra. *"No es él quien hace esto".* Las palabras se le escapaban como un mantra, un intento desesperado por creer lo que la Diosa le había dicho en su último aliento. Pero era difícil convencerse cuando la evidencia estaba ahí, en el reflejo del espejo, en la sangre que ahora manchaba las tierras que alguna vez fueron su hogar. El portón de hierro de la torre se abrió con un chirrido que le erizó la piel. Alessandro entró, empapado, su espada aún goteando. Detrás de él, Moriel se detuvo en el umbral, como si una barrera invisible la mantuviera afuera. Sus ojos dorados brillaban con frustración. —*"No puedes salvarlos, princesa"*, escupió, y Abril notó cómo sus dedos se retorcían, como si el simple hecho de estar cerca de ella le quemara. Alessandro no le prestó atención. Sus ojos —tan dorados como los de Moriel, pero con una profundidad que la hechicera nunca tendría— se clavaron en Abril. —*"Viniste a matarme por fin"*, dijo ella. No era realmente una pregunta. Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, su mirada se desvió hacia el espejo entre ellos. Abril siguió su línea de visión y contuvo el aliento. El cristal no mostraba el presente en ese momento. No mostraba la batalla, ni la sangre, ni la traición que se veía hace un momento. Lo mostraba a *él*: Alessandro, meses atrás, observándola en secreto desde las sombras mientras ella cantaba para sí misma en su encierro. Mostraba las noches en las que él había acariciado el vidrio como si, a través de él, pudiera tocarla. —*"Es necesario"*, dijo finalmente, pero su voz no tenía la firmeza de un verdugo. Tenía lel tono de un hombre que ya estaba arrepentido, que ya no estaba seguro de lo que haría. Abril cerró los ojos por un instante, mientras respira profundo, podía oir sus propios latidos. Un instante de oscuridad antes del acto final. Cuando los abrió, el Puñal del Alba ya estaba en su mano, simplemente se había materializado allí, su hoja de hielo eterno brillando con una luz fría y pura, siendo el único material que él no podría absorber. —*"Lo haré por ti"*, susurró. Moriel gritó algo, pero las palabras se perdieron en el estruendo de un trueno. Abril se movió antes de que Alessandro pudiera reaccionar. Y entonces lo hizo. La hoja de hielo atravesó la armadura como si fuera papel. Alessandro no gritó. Solo dejó escapar un suspiro que sonó a liberación. El dolor no apareció en sus ojos. En su lugar, solo hubo *alivio*. —*"Ahora renacerás donde ella no pueda alcanzarte… donde puedas ser el rey que siempre debiste ser"*, *" renacerás..."*, Abril lo atrajo hacia sí, sus labios rozando su oreja, como Moriel había hecho minutos antes. Pero esta vez, el aliento de Abril olía a jazmín y lágrimas. *"...donde sus garras no puedan alcanzarte. Donde el veneno de sus mentiras no nuble tu corazón."* Él no sintió el frío del puñal. Solo el calor de sus palabras. Los dedos de Alessandro se cerraron alrededor de su muñeca, no para detenerla, sino para sostenerla. —*"Encuéntrame...en el lugar donde los espejos no mientan."*"*, alcanzó a murmurar antes de que su cuerpo se desvaneciera en destellos dorados, llevándose consigo el peso de años de mentiras. Moriel lanzó un alarido que hizo temblar los cimientos de la torre. Pero ya era tarde. El cuerpo de Alessandro se desvanecía en motas doradas que se mezclaron con la lluvia, una mezcla de rabia y dolor que resonó en los huesos de Abril. Pero ya no importaba. Ya no había nada que hacer. Cuando la última partícula desapareció, el espejo emitió un destello cegador. Allí, donde antes mostraba el pasado, ahora aparecía un hombre desconocido despertando sobresaltado en una habitación extraña. --- "El Despertar del Pintor. El grito de Damián quedó atrapado en la garganta cuando se incorporó de golpe, las sábanas empapadas envolviéndolo como un sudario. El corazón le martillaba las costillas, cada latido enviando oleadas de dolor a través de su pecho donde el recuerdo del puñal aún ardía. No era el sueño lo que lo asfixiaba, sino la certeza visceral de que aquella muerte había sido real. Damián miró sus manos temblorosas. Las uñas estaban manchadas de un dorado metálico que no reconocía, la pintura incrustada bajo las cutículas como si hubiera estado excavando en oro fundido. Se tocó el cuello y sintió las marcas de uñas frescas, cinco líneas perfectas que le circundaban la garganta. El lienzo lo llamó antes de que sus ojos pudieran enfocarlo. La torre se alzaba ahora completa en el cuadro, sus piedras negras pintadas con una precisión arquitectónica que Damián sabía no poseer. La mujer plateada -Abril, aunque él no supiera su nombre aún- tenía los ojos tallados en finas pinceladas de dolor y determinación. Y el guerrero... el guerrero que se desvanecía entre sus brazos llevaba el rostro sin distinción alguna, cada cicatriz dorada en el cuerpo estaba reproducida con espeluznante exactitud. Pero fueron las palabras las que le detuvieron el aliento. *"Encuéntrame... donde los espejos no mientan"* Escritas con su propia letra, pero con la seguridad de una mano que no vacilaba, de una mente que conocía secretos que él aún no podía comprender. En el rincón del estudio, en plena oscuridad, algo se movió. En el rincón, la loba negra alzó lentamente la cabeza —le fue asignada por el Dr. Kael como mascota de compañía para su "terapia"— Sus ojos dorados brillaron en la penumbra, reflejando la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. No era el brillo animal al que estaba acostumbrado, sino algo más profundo, más humano, como si detrás de esas pupilas se escondiera una inteligencia antigua observándolo. El reloj de pared marcaba las 2:47 AM. —*"Solo fue un sueño…"*, murmuró, pero cuando se acercó al lienzo, se acercó para mirar de cerca esas palabras escritas en la esquina inferior, con pintura tan fresca que aún brillaba bajo la tenue luz de la lámpara: ***"Encuéntrame...en el lugar donde los espejos no mientan."*** ¿Qué significa? El teléfono vibró sobre la mesilla, iluminando la habitación con una luz fría. El mensaje del Dr. Kael apareció como un golpe bajo: *"Episodio REM #23 registrado. La actividad cerebral coincide con el patrón de la semana pasada. ¿Sigues despertando con el sabor a sangre en la boca?"* Damián pasó la lengua por los labios y sintió el hierro. Fuera, las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear el cristal de la ventana. Se acercó al espejo del baño con pasos vacilantes. El reflejo que lo devolvió tenía sus facciones, sus ojos, su boca... pero por un instante fugaz, apenas un parpadeo, vio cómo las pupilas se teñían de oro y las cicatrices comenzaban a florecer bajo su piel como letras de un idioma olvidado. La loba aulló en la otra habitación, un sonido que resonó en sus huesos. Y en el lienzo, una gota de pintura roja comenzó a deslizarse lentamente por el rostro de la mujer, mezclándose con las lágrimas plateadas que él no recordaba haber pintado. No recordaba haber terminado el cuadro. No recordaba haber pintado esos detalles macabros: la sangre que goteaba del marco como si el cuadro mismo estuviera sangrando. No podía dejar de pensar en esas palabras. Esas malditas palabras escritas con su propia letra, ¿En qué momento las escribí? ¿Por qué no lo recuerdo? se llevó las manos a la cabeza con desesperación ¿Me estoy volviendo loco?. El teléfono vibró sobre la mesa de noche, iluminando la habitación con una luz fría, haciendo que la loba gruñera suavemente. Era un mensaje del Dr. Kael, que parpadeó en la pantalla: *"Tu sistema nervioso alcanzó niveles de actividad REM inusuales otra vez. ¿Sigues viendo la torre en tus sueños? ¿Desperteste con el sabor a sangre en la boca?"* Damián pasó la lengua por los labios y sintió el hierro. Fuera, las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear el cristal de la ventana. "* Fuera, las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear el cristal de la ventana. Damián alzó la vista justo a tiempo para ver su reflejo en el vidrio empañado -excepto que por un instante, solo un instante, no fueron sus ojos marrones los que lo miraron de vuelta, sino unos ojos dorados llenos de una antigua furia. Se acercó al espejo del baño con pasos vacilantes. El reflejo que lo devolvió tenía sus facciones, sus ojos, su boca... pero por un instante fugaz, apenas un parpadeo, vio cómo las pupilas se teñían de oro y las cicatrices comenzaban a florecer bajo su piel como letras de un idioma olvidado. La loba aulló en la otra habitación, un sonido que resonó en sus huesos. Pero... Y en algún lugar, muy lejos, una mujer que soñaba con tormentas abrió los ojos. El espejo reflejaba el paso de veinticuatro semanas en Niharyn, cada una equivalente a un año completo en la Tierra. Abril contaba los días con la precisión de quien ha tejido su alma entre mundos. Veinticuatro veces había visto cambiar la luna sobre la torre, y veinticuatro primaveras habían florecido para Damián en ese mundo extraño.
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