Termino la llamada con Mila y tiro el celular sobre la cama. Resoplo fuerte, llevo mis manos al rostro y me dejo caer en la colcha. —Mierda… —susurro entre dientes. Creo que fue una mala idea contarle todos mis planes a esa perra. Sí, lo admito. ¿Cómo se me ocurre confiar en alguien como ella? Claro que quiere una tajada. Nadie hace nada de gratis en esta vida. Nadie. Y menos ella. Mila es una víbora: sonríe mientras piensa dónde va a clavar el colmillo. Me levanto y empiezo a caminar de un lado a otro, como un animal atrapado en su propia jaula. —Tengo que regresar pronto —me digo a mí misma—. Si no vuelvo, esa loca es capaz de hacer cualquier cosa. Y lo peor… es que podría arrastrar a Katya en su juego. Aprieto los puños con tanta fuerza que siento mis uñas marcando las palmas. Sí,

