—No hay excusa, Ivanna. Perdí la cabeza. Mierda… lo siento. —Me froto la frente, desesperado—. No quiero que renuncies. Quiero que sigas yendo a trabajar. Ella suelta una carcajada tan fuerte que varias personas voltean a verla. —¡Nooo! —responde, exagerada, levantando las manos como si estuviera en un teatro—. Ya me voy. Mis padres me esperan… y mi hermana también. —¿Tu hermana? —pregunto, desconcertado. —¡Siiii! Mi hermana. —Y al decirlo baja un poco la voz, como si guardara un secreto—. Ella me espera porque debo regresarle su vida. Se me eriza la piel. ¿Qué es lo que está diciendo? —¿Quién es tu hermana? ¿Por qué dices eso? Ella ladea la cabeza, con una sonrisa ladeada, medio tierna, medio cruel. Ahora tengo curiosidad de lo que está diciendo. —Aaah, nooo… eso es porque estás

