**ALAI** A mi lado, Sofía permaneció quieta, como una estatua de confianza y amor. No se movió de mi lado en toda la noche. Se quedó despierta más que yo, ajustando la manta sobre mis hombros, sujetándome la mano con esa fuerza tranquila que solo ella sabe dar. Preguntaba si necesitaba algo, si quería agua, si podía dormir, pero en realidad, yo solo ansiaba silencio. Un silencio que me permitiera escuchar lo que mi cuerpo y mi alma estaban intentando decirme, en esa madrugada que parecía extenderse sin fin. El reloj marcaba las horas con lentitud, cada minuto parecía estirarse más allá de lo razonable. Pero cuando la primera luz de la mañana empezó a filtrarse por la ventana, algo dentro de mí se activó, como un interruptor que se enciende en medio de la penumbra. Era hora. Con cuida

