**NICKY** Amanda estaba ahí. Sí. Era mi esposa aún… al menos en papeles. Un divorcio congelado en medio de trámites y promesas incumplidas, una vida que había sido pausada pero nunca clausurada. Y ahora ella regresaba, como si el tiempo no hubiera dejado marca alguna en ella. Sin embargo, todo era diferente. Todo. Porque en ese abrazo no solo estaba él, mi amado hijo, sino que también estaban presentes mi culpa, mi orgullo y un miedo profundo sobre lo que podría desatarse si los pasados mal cerrados volvían a manifestarse, interpretándose desde un rostro inocente. Lo solté despacio y miré a Amanda por encima de la cabeza de nuestro hijo. Ella sostuvo mi mirada, y en ese cruce de visiones encontré una complejidad que me sobrepasó. Sus ojos no me pedían perdón, pero tampoco necesitaban

