**AMANDA** Horas más tarde, Aurora entró en escena, como si hubiera sentido mi llamado, sin necesidad de palabras. Es lo bueno de ciertas personas: son armas listas para disparar, si sabes qué botón presionar. Nos sentamos en el salón, y mientras le ofrecía una copa de vino, fingí un suspiro contenido, un acto de vulnerabilidad que solo simulaba. —Aurora… tengo que confesarte algo. A veces me siento culpable. No quiero que Alai sienta que estoy en su contra. Sé que ella y yo… bueno, somos diferentes. Ella levantó una ceja, intrigada, pero con esa expresión que indica que sabe más de lo que deja ver. —¿Y por qué te sentirías culpable? La miré con una expresión medida, como si estuviera siendo demasiado generosa, demasiado comprensiva. —Porque aunque no me guste lo que repres

