El CEO mira fijamente a Fiorella, ella ni siquiera lo miraba.
—Fiorella, yo no te estoy ayudando por lo que estás pensando —ella frunce un poco el ceño —. No estoy aquí porque quiera hacerme con tu bebé, la verdad es que no entiendo porque dices una cosa tan descabellada como esa; y otra cosa, ¿de dónde sacas que tengo esposa? —Fiorella ensancha la mirada y decide mirarlo al fin.
Ella percibe que Aurelio había ingresado por completo en la habitación y no dejaba de mirarla.
—Pero…
—Yo no estoy casado.
—Escucha—el CEO levanta ambas manos en gesto de paz —. Esta tarde necesitas descansar y estar tranquila por el bien de tu bebé, por esa razón no hay problema con que te quedes en esta clínica y seas atendida adecuadamente. Solo quiero que sepas que no estoy aquí con malas intenciones.
—No entiendo porque está haciendo esto, es que ni siquiera me conoce como para prestar este tipo de ayuda a una desconocida embarazada. Siempre hay algo que la gente pide a cambio.
El castaño la observa y piensa que alguien tuvo que haberla lastimado mucho.
—Fiorella, no puedo quedarme mucho, en cualquier momento me sacaran de aquí, pero prometo que mi palabra es cierta. ¡Yo no quiero hacerte daño!
Aquellas frases quedaron guardadas en la cabeza de Fiorella, sin embargo no podía confiar plenamente puesto que anteriormente ya había oído lo mismo de un hombre que la traiciono.
Al cabo de un rato, mientras estaba sola en ese cuarto, pensaba en lo que Aurelio estaba haciendo por ella y su bebé.
Seguía sin comprender porque estaba ayudando a una extraña, no se conocían de nada, era una locura si quiera seguir en esa clínica. No quería ni imaginar cuanto seria la factura final, le preocupaba el hecho de que quedara debiéndole a ese hombre.
¿Y si luego quería cobrarle?
Fiorella niega, no debía de estar pensando en eso justo en ese momento. Lo que realmente le importaba era la salud de su bebé, el doctor le había dicho que estaba muy delicada y su hijo también.
Esas palabras no eran una sorpresa para ella, desde que se enteró que esperaba un bebé no se estaba alimentando correctamente. Al menos esa noche comería y descansaría sin pensar en todos los problemas que le esperaba al día siguiente.
[…]
Por la mañana, antes de dirigirse a su oficina, Aurelio condujo el coche hacia la clínica donde Fiorella estaba internada. Paso toda la noche pensando en ella y el bebé, aunque sabía que iba a estar bien cuidada, no dejaba de preocuparse por ellos.
Aparca el coche y rápidamente se baja del auto para encaminarse hacia el interior de la clínica, al ingresar, camina hasta el mostrador para pedir ver a Fiorella.
—La señorita Greco fue dada de alta hace una hora.
—Entiendo, ¿pero ella sigue en su habitación?
—¡Se ha marchado!
Aurelio irguió el cuerpo al escuchar que ella se había ido, ¡otra vez!
—¿Por qué le dieron de alta?
—La paciente lo solicito, y el doctor se la firmo puesto que ella no tenía grave.
Aprieta la mandíbula, ella se le había ido una vez más. ¿Y ahora como iba a dar con ella? se da la vuelta mirando la salida. Muerde sus labios y de inmediato saca su móvil.
[…]
Fiorella sube las escaleras del edificio con agotamiento, pero mientras que va subiendo nota que algunas personas van bajando con las pertenencias de alguien. Ella frunce la mirada puesto que no imagino que alguna familia se mudara del edificio.
La joven avanza hasta llegar a su piso, cuando mira por el corredor se da cuenta que las cosas que había visto antes salían de la casa de su vecina. Fiorella se asustó y camino con susto hasta el apartamento de la señora.
—¿Qué es lo que está pasando aquí?
—Desalojamos el apartamento.
—Pero, ¿y la señora que vive aquí? —en eso ve a su vecina salir de una habitación arrastrando una maleta, Fiorella pestañea sintiendo que su corazón latía muy rápido.
—¡Fiorella! —le dice sonriente la mujer.
—¿Qué pasa?
—Ya debo irme, niña.
La castaña no daba crédito a sus palabras, y también porque no entendía absolutamente nada.
—¿Irse? ¿A dónde se va?
—Me voy a vivir con mi nieta, ella cuidara de mí. Ya estoy muy vieja, y no puedo seguir viviendo sola.
—Pero…
—Lo siento tanto, Fiorella… pero mira —la señora toma una caja de una mesa —. He horneado estos panecillos que te gustan.
Ella los toma sonriente, se sentía muy triste por la partida de su vecina, pero a la vez feliz de que ella no iba a estar sola.
—Me alegra de que ya no estará sola.
—Y tú tampoco lo vas a estar, muy pronto estarás con la mejor compañía del mundo —la señora posa su mano sobre su vientre ocasionando que a Fiorella se le nuble los ojos —. Se fuerte por él, lo vale.
Asiente soltando algunas lágrimas, era poco lo que trato a su vecina, pero siempre supo que era una buena señora.
—Cuídate mucho, y cuida de tu bebé. No permitas que la mala influencia de tu hermana dañe lo buena que eres —sus palabras la congelaron.
—Gracias por los panecillos.
Fiorella despidió sonriente a la señora al pie de las escaleras, pero por dentro sentía un profundo vacío. Cierra los ojos y toma un poco de aire para ingresar en su casa, sabía que su hermana todavía estaba en la residencia.
Para cuando entro lo primero que vio fue a Laura salir de su habitación con un bolso en las manos el cual lanzo a sus pies. Fiorella mira su mochila frunciendo el ceño.
—¿Qué es esto?
—¿Crees que puedes llegar aquí a la hora y el día que te dé la gana?
—Laura, soy mayor de edad puedo hacer con mi vida lo que quiera.
—Si, como ser una mujerzuela… sabrá dios donde abras pasado toda la noche, y con quién demonios. Pero te cuento que esta casa no la vas a tener de burdel.
—Perdón, ¿qué?
Estaba estupefacta por sus palabras, no lo creía.
—Yo nunca he traído a nadie a esta casa, no como tú que si lo has hecho. Crees que no me doy cuenta cuando no me permites entrar.
En ese instante Laura se aproxima a ella y de manera inmediata le da una cachetada a Fiorella que la hace girar el rostro.
—Tú eres la mujerzuela por haber permitido que te embarazaran, y ahora vienes y llegas un día después a la casa como si nada —Fiorella suaviza su mejilla sin creer que su hermana le hubiese pegado —. Te vas ahora mismo de este apartamento y no quiero que vuelvas, no pretendo mantener a una sinvergüenza como tú y encima cualquiera.
—Yo no estaba con nadie, me he puesto mal y…
—¡No me interesa! —le grita su hermana poniéndose toda colorada —. Quiero que te largues de una vez de aquí, no me importa lo que hagas o donde vayas, no te quiero aquí. Ya has dicho que decides tener a ese mocoso, entonces ve a tenerlo sabrá dios donde.
—Laura, no puedes echarme—le dice a modo de súplica —. Somos familia, yo soy tu hermana, ¿Cómo puedes hacerme esto? —Fiorella pregunta llorando a mares.
—Yo no tengo hermanas vagabundas.
Laura sujeta a Fiorella del brazo y luego toma el bolso para terminar arrastrándola a la salida.
—¡No! Laura, por favor no hagas esto, yo estoy embarazada. Esta también es mi casa, es mi hogar.
—Lo has perdido el día que le abriste las piernas a un idiota que te planto un bebé del que no se hizo responsable.
—No hables de esa manera, yo creí que él me amaba. No es mi culpa que me engañara —para ese momento su hermana la empujo fuera del apartamento.
—Ese no es mi problema, es el tuyo. Debiste pensarlo mejor antes de acostarte con alguien. Tu único propósito era trabajar para que me ayudaras a pagar las deudas, ¿y qué haces? Salir embarazada y darme más preocupaciones, no, lo siento.
—No puedes hablar así de mi bebé, es tu familia también.
En un acto de desespero Fiorella sujeta la mano de su hermana para posicionarla en su vientre, al menos esperaba ablandar su frío corazón. Pero al mirar la expresión de horror de su hermana supo que había cometido un error.
—Eres una cerda —la empuja tan fuerte que Fiorella pierde el equilibrio, pero no se cae —. No quiero tener que ver tu horrible barriga y mucho menos a ti —lanza la mochila a sus pies —. Ni tu hijo, ni tú me interesan.
—No puedes hacerme esto.
—¡Ya lo hice!
Y con aquellas palabras cierra la puerta de un portazo. Fiorella escucha como le pasa seguro a modo de que ella no intentara entrar de nuevo, el corazón de la castaña estaba completamente destrozado.
Su propia hermana la rechazaba, la echo a la calle sin importarle todos los trabajos que pudiese atravesar. Hipeando, la castaña toma la mochila, mira la puerta del lugar donde creció y soltando varias lagrimas se dirige hacia las escaleras.
Era evidente que no contaba con nadie más que con ella misma.
[…]
Todas esas vueltas que daba en su oficina no solucionaban nada, Aurelio esperaba ansioso la llamada de su mano derecha, pero este no lo llamo para informarle la dirección de Fiorella. El CEO sabía que algo no estaba bien, tenía un mal presentimiento con ella.
—Señor Ferretti, aquí está el café que me pidió.
—Gracias, déjalo en la mesa.
—¿Se le ofrece algo más? ¿Desea que le envié el menú del restaurante?
Pensar en comida lo hacía recordar en si ella había comido esa mañana… el castaño le hace una seña a su secretaria de que se retirara y así esta lo hizo.
—¿Dónde puede estar? Ya es más de medio día, ¿Por qué no viene aquí? —se dice impaciente.
Camina hacia el ventanal de su oficina para ver la calle y los transeúntes, esperaba tener la suerte de verla de nuevo. Pero esa mañana no era su mejor día.
—Señor Ferretti —en eso gira el cuerpo para ver a su mano derecha en su oficina, su corazón se aceleró.
—¿Has conseguido la dirección? —pregunta entusiasmado.
—No señor, por más que lo intente no quisieron darme información sobre la familia de la difunta.
—¿Ofreciste dinero como te dije?
El joven moreno asiente, pero dando a entender que no consiguió nada con ello… Aurelio frunce el ceño volviendo la vista hacia el ventanal, ¿Cómo demonios iba a dar con ella?
—Hay otro asunto que debo hablarle.
—¿Qué pasa? —pregunta irritado.
—El señor Mattias, ha estado ofreciendo comprar el porcentaje de su otro socio.
Aquella noticia no lo alarmo, ya sabía que ese idiota pretendía hacerse con más de su compañía. Pero dudaba que tuviera el dinero para ofrecer comprar la participación de su socio.
—Quiero que lo vigiles.
—¿No le preocupa?
—No, Mattias no tiene el capital para comprar una parte como la de mi otro socio. Solo yo puedo pagar lo que él quiere —responde mirando por la ventana.
—Entonces, ¿solo quiere que lo vigile?
—Sí, si intenta pedir préstamos me informas con que bancos pretende hacerlo.
—Claro señor.
Aurelio aprieta los labios, ese problema no le daba tanta lidia como saber que Fiorella estaba por allí con un embarazo en riesgo.
—Quiero que consigas a la chica, envía a alguien al cementerio por si llega a ir de nuevo.
—Por supuesto.
En cuanto el castaño se queda solo suaviza la mirada pensando donde podía estar ella. Quería ayudarla, no se sentía en paz sabiendo que ella no estaba bien.
Aurelio gira el cuerpo y lo primero que ve es la fotografía, sonríe un poco al mirar aquella sonrisa de felicidad así que Toma el retrato.
—La voy a encontrar y la ayudaré. Haré todo lo que pueda por ayudarla y a su bebé también.
[…]
El frío no tenía piedad de nadie, Fiorella carga su mochila mientras que camina por la calle. Solo podía ir a un lugar donde pasar la noche, aunque no creía tener tanta suerte. Sin embargo lo iba a intentar.
La joven se detiene frente a una enorme casa un poco envejecida, suspira y camina hacia el interior de la misma donde es recibida por una señora bastante mayor que la mira con expresión maternal.
—¿Qué se le ofrece?
—Quisiera saber si hay un lugar donde pueda pasar la noche.
La mujer la ve fijamente.
—Todos los cuartos están ocupados mi niña, me parece que has llegado muy tarde.
—Por favor, estoy embarazada, necesito donde quedarme al menos por esta noche.
La mujer la mira aún más preocupada que antes.
—Puedo acomodarte en mi habitación, pero solo por esta noche.
—Muchas gracias.