Todavía lo sé. Uno de ellos me vio prostituyéndome e intentó contratarme una vez, y lo amenacé con cortarle los huevos si se acercaba. Uno de mis protectores, que no eran proxenetas, se aseguró de que supiera que si volvía, lo dejarían desangrándose en algún callejón. Nunca regresó.
Sonia tiró durante tres minutos más y, sintiendo que estaba a punto de correrme, me tapó la polla con la toalla mientras me corría, para que no tuviera que limpiarme tanto. Poco a poco me encogí un poco después del orgasmo, pero no del todo, ya que ella seguía desnuda encima de mí, terminando mi masaje. Cuando terminó, se inclinó y me besó. Fue agradable.
"¿Quieres un poco de alivio, Sharon?", pregunté.
"Hablar de mi violación no me dejó con ganas", respondió Sonia. "Estoy bien".
"Lo siento."
Me dio una pa
