Lucía
Fue de casualidad que sin buscar
llego el amor a mi corazón
y el amor tenía tu rostro
fue un momento hermoso y romántico
fue algo magico
y asi me enamore de ti
desde que te vi frente a mi
y asi me enamore de ti
desde que te vi frente a mi.
Amor a primera vista. Fabiani
Buenos Aires, Marzo, 2007
Era mi primer día de universidad y estaba bastante nerviosa, ya que no conocía a nadie en mi clase. Tenía 20 años y mi mayor sueño era convertirme en Historiadora del arte.
Caminé hacia el aula, tratando de controlar mi ansiedad que me estaba volviendo loca. Ya había algunas personas en el recinto, pero yo me dirigí al fondo, y dejé mi bolso sobre uno de los pupitres. No era una persona tímida, más bien todo lo contrario, nunca me costó trabajo hacer amigos, si bien no fui la más popular de mi escuela, era de esas personas que todo el mundo invitaba a sus fiestas y que nunca estaba sola mucho tiempo, ya que le caía bien a todo el mundo.
Decidí echar un vistazo a mi reloj y me di cuenta de que aún faltaban treinta minutos para que empezara la clase, por lo que tenía tiempo de fumar un cigarrillo fuera del aula.
Anduve hasta el patio, buscando un lugar donde fumar tranquila, cuando me percaté de que me había olvidado el encendedor. Me levanté y miré a mi alrededor buscando a alguien a quien pedirle fuego. En ese momento, como en un sueño, vi venir fumando, al morocho de pelo corto del que no había podido apartar la mirada durante todo el curso de ingreso la semana anterior. No recordaba si su nombre era Fabio o Flavio, pero sí me había quedado grabado en la memoria que tenía una boca que invitaba a soñar cosas impronunciables, al cual en mi mente había bautizado como Señor Deseable.
Señor Deseable, vestía un jean azul algo roto, una camisa negra algo remangada que dejaba ver unos antebrazos que despertaban muchas fantasías en mi cabeza acerca de cómo se sentiría el ser abrazada por esos brazos. Tenía el pelo algo despeinado como si alguien le hubiera estado pasando las manos por la cabeza, y una barba de tres días, algo desaliñado, pero absolutamente sexy.
Se detuvo frente a mí, casi como si hubiera estado leyendo mi mente, me sonrió de costado, haciéndose el canchero, con una voz que me hizo temblar de la cabeza a los pies y me habló.
—¿El edificio de arte está por aquí? —.
Levanté la mirada y lo observé detenidamente, embobada. Sus ojos, de un color miel que me gustaría ver todos los días al despertar, bordeados de pestañas largas y sedosas, una nariz recta y una boca que invitaba a besar hasta morir.
—Hola, sí es el de acá enfrente ¿Me convidas fuego? — le pregunté con una sonrisa en el rostro mientras acercaba el cigarrillo a mis labios, imitando a las divas de antaño.
Lentamente, se acercó a mí, me quitó el cigarrillo de los labios, sin dejar de mirarme, lo encendió con el que tenía en la mano y me lo devolvió a la boca, rozando mis labios con sus dedos. En ese instante las piernas me temblaron como un flan, sentí un calor intenso en mi cuerpo. Su mirada me había dejado sin palabras. Quería abanicarme para refrescarme, pero quedaría demasiado evidente que me provocaba cosas.
—Gr-Gr-Gracias—. Balbuceé tímidamente mientras sentía como mi rostro se sonrojaba inexplicablemente. Aunque siempre había sido segura de mí misma, algo me estaba pasando en ese momento que me hacía tartamudear.
—Soy Fabio Ferrari. ¿y vos sos? —. Respondió con una sonrisa burlona, que dejaba ver la marca de un hoyuelo en la mejilla izquierda.
—¡Maldito hoyuelo! —se me escapó sin querer, mientras se acercaba aún más a mí, dejándome sin palabras y boquiabierta como un pez.
—Lo siento, no puedo evitarlo— respondió Fabio, acercando su boca a mi oído, acompañado de una risita sexy que hizo que me estremezca—Se me marca cuando veo algo que me gusta mucho.
Me sentí tan avergonzada que hubiera deseado que la tierra me tragara en ese momento. ¿Cómo pude haber sido tan imbécil de decirlo en voz alta? Pero para mi sorpresa, Fabio seguía sonriendo. Por lo que decidí disfrutar de su coqueteo conmigo.
—Bueno, gracias por la información. Yo soy Lucía Conti — respondí finalmente, tratando de recuperar mi compostura y mostrarme más segura.
—Siempre a tus órdenes, Lucía—contestó con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se alejaba hacia el edificio.
El corazón me latía como un tambor, me despedí de él y me alejé de allí, preguntándome qué carajos acababa de pasar. No podía creer que semejante potrazo hubiera estado coqueteando conmigo. No era una chica fea, pero tampoco una modelo. Mi escaso metro y medio, hacía que mis curvas fueran proporcionadas a mi tamaño, pero si la naturaleza hubiera querido darme un poco más de altura, no me hubiera ofendido. Suspiré cuando lo vi entrar al aula, y no pude evitar mirarle el culo maravilloso que tenía.
Volví al aula y al llegar a mi lugar, Fabio estaba sentado a mi lado.
La clase se va a poner súper interesante, pensé, aunque trataba de prestar atención y no distraerme con mi vecino de asiento, pero sinceramente no pude ignorar su presencia, o, mejor dicho, no me dejó evitarlo, porque estuvo las dos horas susurrándome al oído comentarios sobre lo que el profesor decía. Así que siendo sincera mi cerebro estuvo pensando en cualquier cosa. Podría haber estado recitándome las tablas de multiplicar, que provocaría el mismo efecto devastador para mis sentidos.
La clase terminó y cuando estaba guardando mis cosas para irme, Fabio me pidió mi teléfono por si le surgía alguna duda sobre la materia. Se lo anoté en el borde de su cuaderno, lo saludé con un beso en la mejilla y abandoné el aula.
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¡Apa! esto se esta esta poniendo interesante.
Me voy a dormir, que mañana se trabaja.
Ojalá lo disfruten.
Besos
Marina