Iba sobre el lomo de Galimatías, me conducía por un ancho pasadizo que no conocía, conforme él avanzaba las antorchas se encendían, el pasadizo desembocó en una terraza, en la planta más alta del castillo. Galimatías se quedó en la orilla y se echó en el suelo en señal evidente de que me bajara. Se convirtió en un hombre de nuevo, en ésta vez mantenía un traje oscuro de tela áspera y algo desgastada a la vista que lo cubría completamente. En sus manos hizo aparecer un báculo que tan sólo había visto en las manos de Nigromante, y al moverlo de un modo increíble en sus manos, una esfera de luz apareció en su extremo más alto. —Guía el sendero, muéstranos el camino hacia la ruta secreta que ha usado él. En la quietud y el silencio de la noche, escuché un graznido estrepitoso y lúgubre. A

