Galimatías mantuvo un trote ligero, sin ser tan lento ni tan a presteza. Sentía mi estómago reducido dentro de mí, apreciaba su respiración suave muy cerca de mi oído, y sus manos continuar de modo posesivo sobre mi cintura. Mis piernas apretaban a Galimatías por sus costados, mi respiración seguía un tanto afectada, sentía mi pecho moverse más a prisa de lo común de arriba abajo. Observé el castillo asomarse, tragué saliva meditando si podía hacer conversación, pero como cosa rara no pude decir ni media palabra y permanecía segura que hechizada no estaba. Pensé en Nigromante para aclarar mis pensamientos, pero tal idea quedó frustrada al escuchar su voz ronca. —¿Sigue asustada? Su voz sonó a reclamo más que a pregunta. Lo cual no entendí. —No, Jon. No estoy atemorizada. —Puedo rastr

