—¿Estás bien? —Preguntó Nigromante con una sonrisa.
Me volví a él apenada.
—Sí, pero pudo haber terminado muy mal. No tenía idea de que ella estaba esperando un bebé.
—Descuida, no fue tu culpa. Creo que Inés se toma demasiado en serio un duelo, al igual que tú. No volverá a ocurrir.
—Lo mismo digo. Te pido disculpas, no debí permitirlo. —Intervino Esteban con voz preocupada y tensa.
Jon permanecía de brazos cruzados, observándonos.
—Lo cierto es que ambas fuimos imprudentes, no tienes porque disculparte, Esteban.
El hombre que había sido mi esposo ahora era sostenido con ternura de un brazo por Inés, las deslizó cariñosamente rodeándolo por la cintura. Pronto mi mirada se encontró con sus ojos claros que no pudieron precaver la atención de los mimos que él recibía. Si bien me había resignado y lo había aceptado de todo corazón algo extraño se alzó en mi interior inexplicablemente.
—No quise mencionártelo, Alexia, porque si lo sabías no ibas a querer mantener un combate conmigo. No soy muy buena impartiendo mis conocimientos, me queda claro, así que te ofrezco mis disculpas por mi manera de compartirte lo poco que sé de un modo absurdo.
Inés fue instruida e influenciada por Farga durante mucho tiempo. Al recordarlo preferí ya no ponerle más importancia al asunto. Cada experto mantiene su propia forma de impartir sus preparaciones, Inés no podría apartar de sus habilidades tal experiencia.
—No descuida, Inés. Me ha quedado claro que pelear así no tiene ningún sentido. Por favor vuelvan al castillo, seguramente Gabrielito ya ha de extrañarlos. Esto ha quedado olvidado.
Sonrió timidamente.
—Te lo agradezco mucho, te vemos allá entonces.
Esteban me dio una sonrisa amable, y acurrucó a Inés en su pecho. Fue algo inesperado para mí notar a Esteban siendo tan cariñoso con ella, incluso sabiendo que a pesar de todo nuestro matrimonio no podía ser anulado. Quedé abstraída, sin entender muy bien porque algo dentro de mí reaccionaba de ese modo.
—Alexia, eres una excelente persona. ¡Cuídela bien, Jon! —Expresó Inés con una gran sonrisa también alejándose junto a Esteban.
Incliné la mirada intentando no ensimismarme en sus efusivas muestras de afecto. No pude dejar de pensar en lo irónico que resulta el destino, a pesar de mis esfuerzos Esteban me abandonó aceptando a la mujer que menos hubiera imaginado. Exhibian su amor sin pudor, mientras que yo seguía respetando nuestro acuerdo de estar juntos, no podía hacer nada mientras siguiéramos casados incluso cuando no lo deseara así.
Suspiré, pero al volver en sí y elevar la mirada fue inevitable encontrarme con los ojos azules profundos de Jon, parecía adivinarlo todo únicamente con darme un vistazo.
—Princesa, Nigromante y yo hemos acordado hacer algo para que lo que pasó hace un momento no vuelva a suceder—Mencionó Jon sin parpadear al mirarme fijamente.
Abrí los ojos a más no poder, el pasmo fue inexcusable. Se acercó y al estar frente a mí, su ceño fruncido se relajó.
—No deseamos que nadie jamás vuelva a atreverse a intentar algo como lo que ocurrió y para ello debemos iniciarla en entrenamiento…
Asomé la mirada a Nigromante, mantenía una gran sonrisa, como aprobando las palabras de Jon. No pude mencionar vocablo alguno, aunque lo hubiera querido, pero al conocer bien a Nigromane y notar en sus ojos un cierto recelo para luego mirar ceñudo a un extremo.
Ni siquiera me dio tiempo de apartar mi atención de Nigromante y Jon me tenía suejtada con fuerza a él abrazándome, quedé al frente con su cuerpo fuerte por detrás del mío. Sabía que no podía significar un buen indicio verlos a uno y otro en modo alerta, además sentirme atrapada en sus fornidos brazos en menos de un resoplido me aceleró el corazón.
—Tendrá que acostumbrarse a estar en mis brazos. —Murmulló cariñosamente tras mi oreja.
Sonreí alegremente al escuchar su voz. Mi contento y las cosquillas que aparecían en mi abdomen tuvieron que quedar para otro momento en cuanto al alzar la vista, estábamos rodeados por guerreras. Todas amenazantes con lanzas afiladas en manos, apuntándolas hacia nosotros. Con la mirada busqué desesperadamente a Nigromante a mi alrededor, pero no pude verlo.
—¡Suelta a la chica! —Exclamó una con voz imponente a Jon.
Al notar un grupo de mujeres que se asomaban reconocí a Nigromante con las manos en alto en señal de no querer combatir, y a su costado a Esteban, los dos escoltados por muchas más, mantenían lanzas en manos con un gran filo en sus extremos hacia ellos. Al parecer Inés había logrado escapar, porque no la veía por ningún lado.
—¡Suelta a la chica, si no quieres morir! — Gritó con impaciencia la misma mujer que había hablado primero. Su lanza llegó con rapidez al cuello de Jon.
Con mis manos apreté los brazos de Jon que me constreñían por la cintura contra él quien mantenía calma a pesar de las amenazas y el filo de la pértiga. A empujones hicieron que Nigromante y Esteban quedaran a nuestro lado. Todas mantenían unas raras máscaras. Sabía que eran mujeres por sus inconfundibles atributos femeninos.
—¡Deténganse hermanas! Conozco a estos hombres— Alzó una señorial voz.
Su exclamación se me hizo familiar. Al pronunciar la orden todas abrieron paso a una, al descubrirse el rostro reconocí a Carmina andar hacia nosotros. Nos dedicó una mirada a todos los que estábamos rodeados, pero sus ojos se centraron en la figura de Nigromante. Se detuvo al quedar frente a él.
—¡Qué sorpresa! Ojos y cabellos cenizos, te vuelvo a ver, es grato el destino para nosotros—Expresó con una sonrisa seductora.
Nigromante mantenía su semblante inexpresivo, en especial cuando Carmina alargó uno de sus dedos sobre la faz de su rostro, resbalando su dedo índice suavemente sobre su mentón, barbilla y pecho. Quedé desconcertada al notar tal acto.
—¿No dirás nada? —Preguntó sin apartar su mirada de los ojos de Nigromante.
Nigromante tragó saliva, parecía meditabundo.
—El destino es grato, Carmina. ¡Qué gusto coincidir en este extenso bosque!
Ella sonrió ampliamente.
—Suéltenlos, no son enemigos, menos ayudarán a la causa con la que hemos venido hasta aquí.
Todas en seguida se apartaron. Carmina se retiró de Nigromante, llegando frente a nosotros.
—¡Te saludo, hermana!
Mostró el saludo que ya conocía, hasta entonces Jon me soltó. Me dio mucha alegría volverla a ver. Devolví el saludo, posteriormente nos dimos un fuerte abrazo.
—Me han dicho que la mujer que escapó en un caballo te retó a combate, ¿es verdad?
Un gesto apenado se reflejó en mi cara. No supe qué responderle. Su mirada una vez más buscó a Nigromante, quien de inmediato se volvió a ella, como si sin necesidad de palabras él hubiera sabido que ella le hablaría.
— ¿Por qué Nigromante interrumpiste la pelea?
—Bueno, porque Alexia no está del todo adiestrada para combatir, permitir de más habría sido lamentable.
Sonrió satisfecha y me sujetó de la mano alzándola.
—Ella es Alexia, sé que alguna de ustedes la reconocerá. Ella fue la iniciada en el día del fuego con el rito de la tentación. Es hermana nuestra, y aprenderá a ser una guerrera como nosotras.
Todas dieron de gritos y ovaciones. Jon dio un paso, pero Carmina de inmediato se volvió a él, con la mirada fija y fuerte.
—Ni se te ocurra entrometerte, guerrero. Volverá a tus brazos en cuanto ella esté preparada. Si quieren acompañarla, tanto tú como Nigromante tendrán que concederme algo a cambio. En mi tribu bien sabes que no se aceptan hombres.
Antes de que Jon hablará, Nigromante lo interrumpió.
—¿Qué necesitan de ambos?
—Tienen que estar los dos en el ritual de sangre. Ambos trabajarán como cualquiera de nuestra comunidad para lo que se necesite y eso incluye su vestimenta como también que respeten nuestras costumbres el tiempo que se queden.
Nigromante y Jon intercambiaron miradas, al mismo tiempo asintieron con la cabeza mirándola fijamente.
—Carmina aceptamos tus condiciones, pero tenemos una petición.
—¿Cuál?
—Ese joven es un príncipe y está casado, espera un hijo, pedimos que lo liberen para que vuelva a donde pertenece.
Movió la cabeza positivamente, pero antes de Esteban diera un paso, cayó al suelo adormecido. Reconocí una pequeña astilla en su pecho.
—¡Llévenlo al camino y custodien a distancia que sea puesto a salvo! La mujer del caballo entonces volverá por él— Exclamó a unas que estaban frente a mí.
Lo arrastraron lejos. Mientras Jon y Nigromante seguían a Carmina quien iba conmigo sujetándome de una mano, y detrás de ellos un inmenso batallón de guerreras amazonas avanzando firmemente.