capitulo 23

1727 Words
Ricaurter se inclina levemente, para sacar algo de una gaveta en su escritorio, lo que sea que tenga, se encuentra envuelto en un pañuelo blanco con gotas de sangre. Me hace un gesto con su mirada y coloca sutilmente aquel pañuelo al frente de él. Comienza a desenvolver poco a poco su contenido.   —      Acaso esto no es suyo Doctor Carter Mettler… — me muestra un bolígrafo con las iniciales de mi nombre y el registro de la clínica. Me toco el lado derecho de mi pecho, tratando de sentir si tenía mi bolígrafo dentro del bolsillo, pero no hay tal sensación. Intentando de recordar donde lo había dejado, se me viene a la mente de que no lo recogí luego de que se le callo a la joven, mientras trataba de escribir. Esa pequeña astuta, de seguro lo oculto en algún lado mientras pedía la comida y solo se aseguró de actuar débil para que bajase la guardia e impidiera que los guardias la tocasen. Ja, ja, ja, más tarde me las pagara, pero por el momento debo aplaudir su valentía. —      Si, es mío.   —       Imagino que entonces conoce como esto termino en mis manos y en la sien de uno de los guardias bajo mis ordenes   —      Si, tengo una cierta idea de que ocurrió.   —      La cosa es Carter… de que en el ejército no toleramos mucho los fallos.   —      Por lo menos este es el primero que ha tenido, mientras trata con F-584.   —      Espero que más adelante no los cometa… no hace falta que le diga que ocurre con quienes nos fallan ¿o sí?   —      Por supuesto, sé muy bien con quienes estoy tratando y cuál es mi lugar.   —      Perfecto.   —      Ahora bien, no solo lo llame acá por este incidente.   —      A efecto de lo ocurrido esta madrugada, no me quedo más opción que mandar a tu paciente al purgatorio debajo del lungker. El purgatorio, tal como lo indica su nombre, es un lugar donde se supone son purificadas las almas de los pecadores o esa era la finalidad con la que los inquisidores protestantes la crearon en su momento. Actualmente solo es usado como un lugar de detención para la peor basura en el mundo, ahí se puede encontrar equipos de tortura, cadáveres y personas que perdieron la cordura por diversas razones.   —      Los guardias en ese lugar no son tan condescendientes e inexpertos como los que están en los pisos superiores.   —       No pensaba trasladarle a ese lugar sin su autorización firmada de que se recuperó por completo, pero por lo que pude ver, su diagnóstico estaba errado y por ello me adelanté. No puedo contradecirlo en nada, si lo hago pensara de que estoy ayudando a la chica a escapar, aparte ella se lo busco haciendo semejante tontería. El problema está en cómo es su condición actual y si podre tratarla con lo que tengo en mi maletín. —      Imagino entonces, que podre ver al paciente en estos momentos.   —      Claro que si Carter…— responde rápidamente   —      sin embargo, a partir de ahora el teniente estará presente en todo momento al lado suyo, literalmente se convertirá en su sombra.   —      No lo tome como si desconfiáramos de usted, más bien considérelo como una medida, para mantenerlo seguro, en caso de que el paciente se vuelva hostil cuando lo esté tratando.   —      Jamás pensaría eso de usted Mayor Ricaurter.   —      Me alegra que hayamos quedado en buenos términos.   —      Llamare al teniente para que le acompañe.       ---------------------------------------------------------------------------     —      Ya llegamos al lugar doctor — dice el teniente mientras abre el cerrojo de la puerta donde se encuentra aquella chica. Al entrar, se apodera del interior de mi nariz un fuerte olor a amoniaco, tal parece que le toco hacer sus necesidades básicas dentro de este lugar. Miro alrededor y en una esquina la veo sentada con los brazos alrededor de sus rodillas dobladas. Aún sigue con los mismos harapos… Tiene los tobillos de los pies sujetos a una cadena anclada a la esquina en donde esta. Decido acercarme a ella para hablarle, pero no sin antes tomar una cierta distancia de donde se encuentra. —      No me espere que fueras tan astuta. Llega un punto en el que ya no trata de proteger sus dedos ocultándolos, por lo que tomo el alicate y jalo sus uñas lentamente asta arrancarlas. Como era de esperarse algunas de ellas se parten antes de desprenderse por completo. Azalea se desespera, grita, trata de patalear, pero no puede hacer nada, más que soportar todo lo que yo le haga. Enciendo los focos y le hago señas al teniente de que nos retiramos por ahora, también le indico que deje entre abierta la puerta cuando salgamos. Me dirijo a la habitación que prepararon para mí y le notificó al teniente que lo veré dentro de seis horas para regresar donde la chica. Aprovecho el tiempo para asearme un poco, cambiar las vendas de mis manos y preparar nuevas herramientas. Como veo que aún queda tiempo decido tomar una ligera siesta. ------------------------------------------------------------------------ Escucho que alguien golpea fuertemente la puerta, por lo que decido levantarme y abrirla. —      Oh… disculpe que lo interrumpa antes del tiempo acordado doctor.   —      ¿Qué ocurre teniente? — noto a dos soldados parados detrás de él.   —      Me acaban de entregar este sobre, cuyo remitente es usted.   —      Comprendo, muchas gracias — tomo el sobre y me percato que posee el mismo sello de la carta que me mandaron aquel primer día a mi casa.   Me dan ganas de abrirlo, pero no quiero que ellos vean su Conte... —      ¡YA SÁQUENME DE AQUÍ!   —      ¡AAAARGH! ¡AAAARGH! ¡AAAARGH! — se comienzan a escuchar los gritos desesperados de azalea a través del pasillo. El teniente se me queda viendo con un rostro de preocupación. —      ¿Qué pasa teniente?   —      Nada en particular doctor, es solo que desde hace un rato ella no para de gritar, han disminuido un poco, pero de vez en cuando grita tan fuerte como ahora.   —      Me parece algo extraño que un militar sienta empatía por un prisionero.   —      No es nada de eso, simplemente sus llantos y quejidos no me dejaron descansar — eso dice, pero lo noto algo pensativo.   —      Pensé que a ustedes los entrenaban para pernoctar y durar horas sin dormir — se quedó en silencio, creo que no le gusto mi comentario.   —      Tranquilícese teniente fue solo un mal chiste, además ya tengo todo preparado, vayamos a verla — coloco el sobre dentro del maletín que siempre llevo.   —      ¿No le da calor en este lugar temiente? Y más aún con ese uniforme puesto.   —      Claro que si — los soldados nos siguen.   —      Le recomiendo que se coloque algo más ligero.   —      No puedo, ya que nunca se sabe cuándo pueda venir un superior a esta área.   —      Entonces le pediré que por lo menos se mantenga bien hidratado.   —      Tomare en cuenta su consejo doctor.   —      Casi se me olvida, pero deberé pedirle, a sus acompañantes de que no se acerquen a la habitación donde está el prisionero.   —      Lo que ocurre, es que ellos están esperando que usted les entregue algo — seguramente es mi reporte diario o algo por el estilo.   —      Entonces pueden permanecer en el pasillo, pero nada más que eso. Me encontraba a punto de abrir la puerta de aquel lúgubre lugar cuando escucho de nuevo sus gritos. —      ¡NO QUIERO ESTAR AQUÍ…! Cof, cof, cof — cuando nota mis pasos al entrar se calla. Siento la habitación con bastante humedad, las paredes sudan y el ambiente se siente algo pesado. —      AH, AH, AH — se escucha un poco agotada, imagino que es por tanto gritar   —      Doc… doctor ¿es usted verdad? — su voz está un poco ronca y se le dificulta hablar.   —      Así es azalea. Puedo ver que los focos hicieron su trabajo perfectamente, ya que todo su cuerpo se encuentra bañado en sudor, las gotas aun caen desde su pequeño y frágil rostro hasta sus clavículas para luego perderse en la imaginación. La parte baja de su cuerpo se ve más húmeda que el resto y se siente un aroma de sudor mezclado con orina. Al parecer no se aguantó e hiso parte de sus necesidades. Gracias a todo esto, la habitación se encuentra impregnada con el olor natural de ella. —      Po… por favor ah, ah.   —       Se… se lo suplico ah, ah, ah — la falta de saliva hizo que gran parte de sus labios estén agrietados y que aparecieran pequeñas llagas en las esquinas de la boca.   —      Páreme de est… de esta silla — puedo ver que se encuentra increíblemente agotada tanto mental como físicamente, seguramente no es nada fácil permanecer en una misma posición por más de ocho horas.   —      ¿y por qué debería de hacer algo como eso?   —      Le… le diré lo qu… lo que quiera saber — su cabeza se tambalea de un lado a otro así que antes de que pierda el conocimiento, apago los focos.   —      Así que “lo que quiera” — azalea asiente con la cabeza.   —      ¿Y como puedo saber si lo que dices es totalmente cierto? — comienzo a servirme un poco de agua.   —      ¿Es… eso es agua?   —      Estas en lo correcto — tomo un poco y trago de tal manera que ella pueda escucharme.   —      AHHH… que fresca esta — me fijo en su cuello cuya garganta ya seca, actúa por reflejo y trata de tragar la poca saliva que le queda. Coloco el vaso entre sus piernas y comienzo a llenarlo hasta que se desborda, ella se queda con la cabeza hacia abajo, como si tratase de ver el agua a través de esas vendas en sus ojos. Trata de humedecerse los labios usando su lengua, pero solo logra secretar una saliva espesa y fibrosa. —      ¿Acaso quieres probarla? — asiente lentamente.   —      Que lastima, quisiera darte a probar, pero ya me pediste que te levantara de la silla a cambio de tu colaboración. La sostengo fuerte mente del cabello y le susurro al oído. —      Solo te daré a elegir una opción y dependiendo de que tanto me ayudes podría complacerte con lo que me pidas.
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