04 - Dereck

1720 Words
El viento frío de Londres sopla con fuerza, pero apenas lo noto mientras camino por los pasillos de King's College London. La imponente arquitectura gótica del edificio y el murmullo de los estudiantes a mi alrededor apenas logran captar mi atención. Estoy absorto en mis propios pensamientos, preguntándome si ya he estado aquí antes. He recorrido tantas universidades en busca de ella... Mi mate. Mi otra mitad. Pero la Diosa Luna parece seguir poniéndome pruebas, alargando este tormento. -Rillis -una voz grave me saca de mis pensamientos. Levanto la vista y veo a un profesor esperándome en la puerta de un aula. Asiento en su dirección y lo sigo sin decir palabra. Al entrar, el murmullo de los estudiantes cesa y todas las miradas se centran en mí. -Clase, tenemos un nuevo estudiante. Las miradas de curiosidad y expectación no son nuevas para mí, pero esta vez algo es diferente. Una sensación extraña se instala en mi pecho, como si una energía cálida y vibrante me envolviera de repente. Alguien me está mirando. No de la forma en que lo hacen los demás, sino con una intensidad que casi puedo sentir en mi piel. Es una sensación familiar y, al mismo tiempo, desconocida. Mis ojos recorren la sala, buscando la fuente de esa presencia, hasta que se detienen en ella. Y, por un momento, el mundo deja de girar. Es... impresionante. Su cabello pelirrojo, con mechones de distintos tonos cobrizos y rojizos, cae en ondas suaves sobre sus hombros, enmarcando su rostro de porcelana. Su piel parece casi etérea, como si la luz del aula se reflejara en ella de una manera diferente a la de los demás. Pero lo que más me atrapa son sus ojos. Dos profundos océanos azules que me miran fijamente. Son fríos y misteriosos, pero, al mismo tiempo, me transmiten una paz inexplicable. No tienen comparación con ningún otro azul que haya visto antes. Son como el cielo antes de una tormenta, llenos de secretos y advertencias silenciosas. Su sonrisa es sutil, casi imperceptible, pero la noto. Y me golpea con una fuerza que no entiendo. Mi lobo, Brath, se agita dentro de mí. Pero, no siento nada. No siento esa emoción indescriptible que se supone debería sentir si es que ella es mi mate, no siento ese aroma que marca la diferencia. Solo una abismal atracción hacia ella. Mi pecho se aprieta, pero no tengo tiempo de procesarlo o analizarlo un poco más. Justo cuando el profesor vuelve a hablar, su expresión cambia de inmediato. La chica cubre su rostro con sus manos, como si tratara de ocultarse del mundo. Cuando las baja, su mirada cálida ha desaparecido. Ahora sus ojos son fríos como el hielo, su ceño está fruncido y su mandíbula tensa. Un escalofrío me recorre la espalda. ¿Qué acaba de pasar? -Soy Dereck Rillis -me presento con voz firme, sin apartar la vista de ella. El profesor asiente y recorre la sala con la mirada hasta encontrar un asiento libre. -Puedes sentarte ahí -dice, señalando un lugar justo a su lado. Observo la silla un segundo antes de moverme. Pero antes de que pueda sentarme, ella se pone de pie de golpe, empujando su silla hacia atrás con tanta brusquedad que esta cae al suelo. -Me niego a compartir asiento con él -declara, su tono afilado como una daga. Un murmullo de sorpresa recorre el aula. El profesor la observa con una mezcla de confusión e irritación. -No le he preguntado su opinión. Tome asiento y déjeme dar mi clase. Ella cruza los brazos sobre su pecho y su mirada se endurece aún más. -No. A la mierda, ya dije que no compartiré asiento con él. El tono de su voz me llama la atención. Hay algo en su manera de hablar, en la forma en que su cuerpo parece estar listo para atacar o huir. -No es mi problema -insiste el profesor con tono firme. Ella suelta un bufido. -¿Quién de todas las zorras de aquí quiere sentarse con este chico? -pregunta, recorriendo la sala con la mirada. Algo en su actitud me divierte, pero también me frustra. ¿Por qué actúa así? ¿Qué es lo que está tratando de evitar? El profesor aprieta los dientes, evidentemente perdiendo la paciencia. -Señorita, tome asiento o la enviaré a dirección. Ella hace ademán de alejarse, pero antes de que pueda detenerme, mi mano se mueve sola y la sujeto del brazo. Mi piel entra en contacto con la suya. Y un calor abrasador recorre mi cuerpo. Es un fuego que me envuelve, que se extiende desde mi mano hasta mi pecho, como si algo dentro de mí hubiera estado dormido por siglos y ahora despertara con furia. La sensación me deja sin aliento. Ella también parece sentirlo porque su respiración se agita por un segundo. Pero, con una fuerza sorprendente, se suelta de mi agarre en un movimiento rápido y fluido. Parpadeo, desconcertado. -Yo me sentaré ahí -dice una chica desde el otro lado del salón-. Podemos intercambiar lugares. La pelirroja la observa con atención, sin decir nada por un momento. Luego, con un resoplido, asiente y empieza a moverse. Pero el profesor no lo permite. -No. Regresen todos a sus asientos ahora mismo. Ella se detiene en seco y lo mira con desafío. -No lo haré -contesta de inmediato. Luego gira su cabeza hacia la otra chica-. Tú, zorra, siéntate aquí. Yo iré allá. Tal vez no me dé sarna al usar tu silla. Mi lobo gruñe con aprobación ante su actitud desafiante. No puedo evitar encontrarla... fascinante. -Sí, sí, ya dame el lugar -responde la otra, sin darle importancia. Y, de nuevo, mi cuerpo actúa antes de que mi mente pueda detenerlo. La sujeto del brazo con delicadeza, fascinado por esa atracción que recorre mis venas. No quiero que se aleje. -Quédate -susurro, sin pensar. Ella me mira, sorprendida. Su rostro se tiñe de rojo. ¿Me ha escuchado? -¿Me das lugar? -pregunta la otra chica. Pero, en lugar de responder, la pelirroja suelta su brazo con un tirón y, antes de que pueda reaccionar, me lanza un puñetazo directo a la cara. El golpe es fuerte. Muy fuerte. Siento la sangre correr por mi labio mientras me llevo una mano al rostro. -Si me vuelves a tocar, no dudaré en romperte la cara, ¿entiendes, imbécil? -su voz tiembla ligeramente, pero sus ojos dicen otra cosa. Sus palabras son hostiles, pero su mirada no. -¡Señorita, si no se sienta en su lugar ahora mismo, la enviaré a dirección y solicitaré su expulsión por dos meses! -grita el profesor, fuera de sí. Ella se gira sin dudarlo y toma su bolso, dispuesta a salir del aula. Y yo... yo simplemente la observo completamente anonadado. Con el sabor metálico de la sangre en mi boca y una sensación desconocida latiendo con fuerza en mi pecho. El salón se queda en silencio por un momento, como si el aire hubiera cambiado repentinamente. La pelirroja me lanza una mirada furiosa, intentando controlar la molestia que se refleja en su rostro. Sus manos están tensas, y la forma en que aprieta los dientes me dice que está luchando por mantener la calma. -¿Qué puedo hacer para que no me expulse? No quiero perderme los exámenes -pregunta, su tono lleno de frustración y algo de rencor. Sus palabras flotan en el aire, y el resto de la clase permanece en silencio, observando la escena. El profesor, visiblemente agotado por la situación, suspira antes de responder con una voz grave, casi resignada: -Siéntese ahí y se disculpa con su compañero por el golpe. En recreo, le mostraré el instituto -ordenó, cruzando los brazos y mirando de manera firme a la chica. -Bien -responde ella, con voz baja, resignada. Rola los ojos de manera teatral y, con un suspiro, empuja la silla hacia atrás. Apoya el pie contra el asiento de la silla en el suelo y la levanta, dejando escapar un leve sonido de frustración cuando se sienta. Su cuerpo tenso no oculta el malestar que siente. Luego, voltea a ver a la chica con la que iba a cambiar de lugar. -Ya ves que no me cambiaré de asiento, así que desaparece de mi vista si no quieres que desquité mi enojo contigo -dice con dureza, mirando a la rubia que había intentado ocupar su lugar. La expresión en su rostro es dura, casi feroz. La rubia, con los ojos oscuros llenos de una mezcla de sorpresa y desdén, no parece impresionada por la amenaza. Su mini falda corta y el top que parece más un sostén que una prenda real resaltan en la luz del aula. Camina con descaro hacia su lugar, ignorando completamente la advertencia. -Ash... -murmura la rubia, claramente molesta, y se aleja a su asiento original. Sin embargo, la pelirroja no se deja intimidar. Mira al profesor, desafiándolo con sus ojos azules que ahora parecen más intensos. -¿Y no le falta algo? -pregunta él, cruzando los brazos sobre su pecho, la arrogancia evidente en su tono. El profesor frunce el ceño y se acerca un paso más hacia ella, sin perder la mirada. -¿Lo siento? -responde ella con un tono sarcástico, levantando una ceja y claramente no dispuesta a ceder ni un poco. El maestro la observa, como si intentara decidir si vale la pena discutir más o si ya basta. Finalmente, con un suspiro, habla, con un tono de desespero ya palpable. -Bien, joven, no espere nada más. Ella es así, solo confórmese con eso -dijo, moviendo la cabeza en señal de cansancio. -Seguiré con la clase. Aunque el silencio regresa a la sala, el ambiente está cargado de tensión. La pelirroja, ahora sentada, no puede evitar mirar hacia mí, aunque su expresión sigue siendo una mezcla de enojo y frustración. ¿Por qué está tan alterada? Me pregunto en silencio, aunque no puedo dejar de notar lo atractiva que es, a pesar de todo. La clase continúa, pero mis pensamientos permanecen atrapados en ese extraño intercambio. ¿Quién es realmente ella? De repente, me doy cuenta de que mis ojos no se han desviado de ella. Ella también parece notar mi atención, pero rápidamente baja la mirada, como si no quisiera que la mirara más.
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