Capítulo 2: En blanco

1267 Words
Enith despertó con un dolor de cabeza tan intenso que creyó que tenía fracturado el cráneo. Se llevó ambas manos para hacer un poco de presión y reducir el dolor, pero fue inútil. Los rayos del sol que visitaban la habitación a través de la ventana cubierta por una cortina de tul blanco le daban de lleno en la cara a la chica. Se encontraba sola en medio de una cama sin destender. Dio una mirada rápida al lugar para verificar que no se encontraba en la habitación que su amigo Omar le había prestado para vivir, tampoco era su antiguo departamento o algún otro lugar que ella conociera, ¿dónde demonios estaba? Se incorporó, con mucho trabajo, de de la cama, sentía su cuerpo sin energía a causa de una tremenda resaca que se cargaba, no tenía idea de cuánto había tomado en realidad. Recorrió el lugar para verlo mejor, se dió cuenta que estaba en una suite de lujo, por la distribución que tenía, había un jacuzzi en la terraza, con una enorme sala de estar con una mesa de billar al fondo para pasar el rato ¿por qué había despertado en un hotel? repasó el lugar con su enormes ojos intentando buscar respuestas. Corrió a los enormes ventanales que había frente a ella. Con los nervios en las manos recorrió a prisa las cortinas. Su corazón paró de bombear la sangre de su cuerpo por un segundo al ver la calle, pues se dio cuenta que estaba en Las Vegas. Fue de inmediato a la mesita de noche donde encontró unos flayers con el nombre del hotel, tomó las hojas entre sus manos comprobando lo que sus ojos habían visto al exterior, efectivamente estaba en Las Vegas “¿Cómo demonios llegué a Las Vegas?” se preguntó, con la falta de aire repentino en sus pulmones debido a la impresión que tuvo. “Piensa, piensa, piensa” se dijo así misma con un caminar nervioso de ir y venir de un punto a otro, se palpó el cuerpo para comprobar que aún tenía el mismo vestido con el que había ido a tomar unos tragos al bar. Caminó hacia la sala de estar del lugar, donde encontró su pasaporte y dos botellas de vino “¿cuánto había tomado en realidad?”, encima de la mesa de centro, a un lado de los pasaportes, vió un folder con la leyenda “Souvenir from Las Vegas” (recuerdo de Las Vegas), abrió con el temor en el pecho el folder donde había una fotografía grande en la cual se podía apreciar a ella derramando espuma de una botella de champagne, junto a un imitador de Elvis Presley que la estaba animando con copas de cristal en ambas manos; en el retrato había una tercera persona donde el imitador de Elvis lo sostenía para que no se cayera de bruces al suelo, parecía que estaba durmiendo parado, su cabeza estaba agachada por lo que no se le pudo notar su rostro. Se sobó la cabeza en un intento de que los recuerdos surgieran como cuando Aladino frota la lámpara del genio, pero ella no tuvo éxito alguno, debajo de la imagen pudo leer una frase “Just Married” (recién casados). El alma se le fue del cuerpo mil veces en un segundo dejándola helada, al tratar de entender lo que podía significar ¿por qué demonios no podía recordar absolutamente nada? ¿cuánto alcohol había consumido en realidad?. Abrió la carpeta y la volvió a cerrar con la esperanza de que el contenido de la foto cambiara, observó sus manos temblorosas por el nerviosismo que la invadía para, al ver el dorso de su mano izquierda, en el dedo anular, pudo notar un anillo de dulce en forma de calavera. Dejó caer con el susto la fotografía, hiperventilando un poco, regresó sobre sus pasos hacia la cama, para tomar un trago a la botellita de agua que había sobre el buró. Sentía cierta ansiedad en el pecho al no saber qué rayos estaba pasando. Tomó su teléfono para ver si había alguna pista que le pudiera indicar alguna chispa de recuerdo, pero su mente estaba en blanco, sólo tenía sesenta llamadas perdidas de Omar, que la había estado buscando toda la noche, con mensajes de amenaza si se trataba de una broma. Sus manos estaban frías, debido a una repentina baja de presión sanguínea por la confusión que traía en la cabeza “¿En verdad estoy casada? Debe ser una broma, aun quiero mi vestido blanco, aun quiero caminar en el altar” se decía así misma revolviéndose el cabello por estrés. Caminó de un extremo a otro de la cama, pensando en cómo le haría para regresar a Grand Amarilo o escapar de ese lugar. No tenía más dinero en su cuenta bancaria y habían sido ya pagados todos su proyectos de diseño. Se tronaba los dedos pensando en una manera de conseguir la solvencia para poder pagar un boleto de avión y regresar a casa. Se sentó en la esquina de la cama, con el movimiento involuntario de sus piernas sacudiéndose así mismas para liberar un poco de estrés fuera de su cuerpo. Le marcó a su amigo con la garganta cerrada en pena. — ¿Enith estás bien? ¿por qué no contestabas? —preguntó Omar al otro lado del teléfono —te estuve buscando toda la noche. — Omar, perdón amigo pero no sé qué pasó conmigo —dijo Enith. — ¿Dónde estás? — No me lo vas a creer pero me metí una borrachera tal, que no sé como terminé en Las Vegas —dijo Enith poniendo carita de perro regañado. — ¡Quéeeee! ¿cómo caramba llegaste a Las Vegas? —preguntó Omar. — No lo sé, solo sé que estoy sola en una suite en un hotel de Las Vegas, estoy sola … —Enith interrumpió su plática al ver unos zapatos masculinos sobresaliendo en la esquina contraria a ella de la cama— Omar te devuelvo la llamada en un rato, al parecer estoy bien. Sin más que decir, Enith cortó la llamada con su amigo que se quedó con el pendiente de saber más de ella. Omar era sin duda ese tipo de amigos que te gustaría conservar toda la vida y la muchacha lo sabía, sin duda le volvería a marcar para terminar de aclararle las cosas, sentía una pena profunda por haberle causado ese tipo de molestias a su amigo. Enith había notado un par de zapatos masculinos en el suelo cerca de la cama, sintió la taquicardia del pecho a su oídos con esa extraña sensación en su estómago de que lo estaba a punto de ver no le agradaría nada. Sus ojos de avellana descubrieron a un hombre boca abajo, durmiendo plácidamente sobre la alfombra que había alrededor de la cama, se llevó ambas manos a la boca para intentar aprisionar el grito que por necesidad de la sorpresa, al ver que en efecto todas las pistas la estaban llevando a la conclusión, de que se había casado aquella noche de locura. Al ver a un extraño desconocido como su esposo a un lado de la cama, no pudo más contener el grito, tenía tanta necesidad por gritar, como un embarazada al vomitar en sus primeros meses de embarazo. Fue inútil querer contener su sorpresa. — ¡Ahhhhhhhhhh! ¡¿Con quién madres me casé?! —gritó la chica tan fuerte, que todo el resort pudo escuchar su lamento. Algo común que sólo pasa en Las Vegas.
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