Capítulo 18

1738 Words
El licor ardía aún en sus gargantas, pero lo que realmente encendía sus cuerpos era la tensión acumulada. En algún punto de la noche, sin una palabra, sin una orden, simplemente se dejaron arrastrar por el instinto más crudo y primitivo. Subieron a la habitación del hotel como dos llamas buscando consumirse. Apenas la puerta se cerró, Christián la besó con violencia, sin tregua, como si fuera su derecho. Su espalda chocó contra la pared, y él la encerró con su cuerpo, imponente, dominante, mientras una de sus manos se colaba entre sus muslos, ávida por encontrar piel y placer. Sloane gimió, atrapada por el deseo y el calor que subía por su abdomen, por poco y se dejaba llevar, pero no iba a ceder tan fácil, no sin luchar por el control. Lo empujó hacia la cama con una sonrisa desafiante y se arrodilló frente a él. Con manos temblorosas, le abrió el pantalón y liberó su erección. Sin darle tiempo a nada, lo tomó y lo metió a su boca. Cristián gruñó, una mezcla de placer y desesperación. La calidez y húmedad de su boca lo hizo cerrar los ojos por un instante, cuando los abrió, la mirada celeste de Sloane lo estremeció. Él le sujetó el cabello con fuerza, marcando el ritmo con embestidas profundas, sin contenerse, jadeando con cada movimiento. Estaba al borde. Pero justo cuando estaba por perder el control, ella se apartó. Se relamió los labios con descaro, dejando un rastro de fuego en su mirada. Quería hacerlo rogar, tenerlo a su merced. Pero Christián no era de los que cedían el poder tan fácilmente. Se levantó de inmediato, la sujetó con firmeza por la cintura y la besó como si quisiera devorarla. No le dio tiempo a pensar, ni a respirar. La giró con brusquedad, le hizo a un lado la ropa interior y, sin preámbulo, se hundió en ella de un solo empuje. Sloane ahogó un grito contra la pared, su cuerpo tembló al sentirlo dentro, llenándola por completo. Christián se movía con fuerza y hambre, con una furia que rozaba lo salvaje. Sus embestidas eran profundas, desesperadas, cargadas de éxtasis. Ella gemía sin pudor, sin vergüenza. Él la tocaba, la buscaba algo más y esto no era suficiente. La tomó en brazos y la alzó cerca de la mesa de noche, una lámpara cayó al piso, pero a ninguno le importó, apenas sus caderas se alinearon, la penetró otra vez. Sloane se aferró a sus hombros, lo besó con la misma fiereza con la que él la embestía. Christián le devoró los labios, el cuello, los senos. Mordió, lamió, dejó su huella sobre su piel mientras el placer los arrastraba sin freno.Ella enterró las uñas en su espalda y, cuando el orgasmo la alcanzó, lo mordió con fuerza en el hombro. Cristián gruñó, temblando al sentir cómo su cuerpo también se rendía al clímax. Se vino con ella, hundido hasta el fondo, cegado por esa sensación brutal e incontrolable. Entre el incendio sin control donde ambos se consumían, cedieron al cansancio en algún momento de la oscura noche. Pero el amanecer llegó más pronto de lo que se esperaba. Crhstián abrió los ojos, el dolor de cabeza lo golpeo con la fuerza de mil camiones. Parpadeo, confundido de saber donde estaba o que había pasado en las últimas horas, cuando vio a su lado, el cuerpo de la mujer a su lado lo hizo reaccionar. No la reconoció de inmediato, Sloane estaba de lado viendo al lado contrario, Christián vio su cabello rubio y su delgada silueta, estaba por levantarse de salir corriendo pero algo lo detuvo… algo que vio. Su espalda. Tenía cicatrices, líneas rectas y largas cruzando su piel, nunca había visto algo así, él también tenía algunas cicatrices de juegos o peleas que había tenido en el pasado, pero ninguna se acercaba a lo que estaba viendo ahora. Le hizo a un lado el cabello y se acercó para verlo mejor, eso hizo que Sloane reaccionará. Ella abrió los ojos inmediatamente, por instinto se dio la vuelta y atrapó las manos de Christián, en un segundo estaba encima de él, Christián no hizo nada, se quedó inmovil por un minuto hasta que ella relajó su cuerpo y aflojó su agarre. –Eres tú –suspiró al soltarlo –. No hagas eso, me asustaste. Ella se quitó y volvió a un lado de la cama. –No creí que fueras a hacer ese movimiento –mencionó él levantandose para verla como se iba de la cama –. ¿De dónde son esas cicatrices? Christián vio la silueta desnuda de Sloane cuando ella se levantó a buscar su ropa, pero estaba intrigado por las heridas. –No es nada, solo me caí. Deslizó su vestido por su cuerpo y luego fue por su ropa interior y sus zapatos. –No creo que eso sea una caída –indicó él. –Tú también tienes cicatrices y no te he preguntado por ellas –señaló ella. Christián apenas le prestó atención a su cuerpo y fue cuando decidió salir de la cama para buscar su ropa y sus cosas. –Si no quieres decirlo está bien, pero si necesitas ayuda… –No la necesito –contestó ella al terminar de colocarse los zapatos y caminar hacía la puerta. –Espera –le pidió Christián. Sloane se detuvo, se dio la vuelta y lo vio. Christián también lo hizo por su segundo antes de empezar a hablar. –Escucha… esto fue un error, anoche estaba muy ebrio y era un mal momento, lo mejor sería que cada uno siguiera su camino, que olvidemos esto y que no se vuelva a repetir. –Está bien, lo entiendo. Sloane giró el pomo de la puerta, la abrió y salió de inmediato, de ser cualquier otra mujer se hubiera sentido ofendida por la actitud de Christián, pero ella ya había logrado su objetivo, al subir el ascensor se encontró con un hombre grande y fuerte. –¿Hiciste lo que te pedí? –le preguntó cuando las puertas se cerraron. –Está hecho, señorita –respondió el hombre –. Aunque no entiendo por qué hace esto. Sabe que su padre estará furioso. –No lo hará –respondió ella –. Lo verás. Mientras tanto, Christián se sintió terrible por lo que había sucedido, por Sloane al hablarle de esa manera y por su compromiso con Emma, eso no tenía que volver a pasar. Él no debía fallarle. –Debería de dejar el alcohol para siempre –bufó. Fue cuando vio la hora en el reloj de la habitación, las once de la mañana. –Mierda… Se terminó de cambiar, buscó sus cosas, no traía más que su billetera, recordó que su teléfono lo había dejado en la oficina, se supone que iba al apartamento de Emma después y no llegó. Se dio cuenta que tenía la misma ropa de ayer, no podía presentarse con ella así, bajó a buscar un taxi y le pidió que lo llevará a su departamento, el peor error que pudo haber cometido, debió buscar otro lugar porque cuando abrió la puerta Emma se encontraba en la sala. –Ya llegó… gracias… –la escuchó decir al cortar el teléfono –. Estás bien, menos mal. Ella se acercó a abrazarlo. –Lo siento… tenía mucho trabajo y me quede en la oficina hasta tarde, no me di cuenta –mintió. –Hueles a licor –mencionó Emma –. Y te estuve llamando, no aparecias, todos te estuvimos buscando. –Perdí mi teléfono, debí llamarte en la oficina y me quedé dormido en algún momento –mencionó al quitarsela de encima –. Solo bebí unos tragos para relajarme, pero creo que fue demasiado. Me voy a dar una ducha, traigo todo de ayer, mira –señaló su ropa –. La necesito. No la dejó hablar porque se fue directamente al baño, cerró con llave ante de que ella pudiera seguirlo, dentro de la ducha recordó que Emma dijo que lo estaban buscando, seguramente llamó a Amy o a Eric, no puede ser, seguramente sabía sobre la fiesta y por lo tanto iba a saber la verdad, tenía que compensarla de alguna forma, le había prometido que la iba a cuidar, que la iba a hacer feliz, esto no podía pasar de nuevo. Al salir, Emma estaba en la cocina intentando colocar el filtro en la cafetera, las manos le temblaban, sus ojos estaban llorosos. –Yo lo hago –le indicó él tomando el filtro –. Dijiste que me estaban buscando, ¿a quiénes te referías? –Bueno, cuando no apareciste –suspiró ella intentando mantener el control –. Llame a Amy, pero me dijo que ella ya estaba en casa y que no sabía, ella siempre es así conmigo, así que no perdí el tiempo, le pregunté a Jeff si sabía algo de ti, pero me dijo que no, llame a tu madre e incluso –rodó los ojos –. Llame a Larissa, pensé que estabas con ella… aunque estuvo pendiente de mí y estaba hablando con ella cuando entraste. –Llamaste a mi madre. –Solo le pregunté por ti, no le dije nada –murmuró al darse la vuelta –. Ya que estás bien, será mejor que me vaya. –No, no, no –Christián se apresuró a detenerla –. Espera, no te puedes ir así. –La tomó en sus brazos –. Lo lamento mucho, debí llamarte en cuanto perdí mi teléfono, tuve que pensar en que tu estarías preocupada por mí –la besó, ella lo dejó –. Debiste pasar una noche terrible, no puedes estar sola ahora, quédate aquí conmigo y descansa. –No… –murmuró –. Tengo cosas que hacer. –¿Qué cosas? –Quéde de ir con Monique a hacer unas compras… –Al Rockefeller, las acompañó –insistió Christián –. Es más yo invitó a lo que vayan a comprar y tienes que comprar un vestido bonito para está noche porque te tengo una sorpresa. –¿Una sorpresa? –Sí –le besó la mano –. Ven a descansar un poco y luego vamos con Monique, te parece. Emma recordó lo que le dijo Jeff sobre que Christián estaba planeando una sorpresa, así que seguramente era eso, ella sonrió y lo aceptó.
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