Evan se quedó sin aliento al darse cuenta que los paños no tardaban mucho tiempo fríos, el calor de Abby los estaba comprometiendo. Buscó algunas pastillas para la fiebre y esperó que eso pudiera ayudarla mientras baja un poco la lluvia. Había formulado el plan de que en cuanto pasara, iría por el auto y la llevaría a emergencias, pero primero, esperaría que el inclemente clima, redujera su intensidad. La chica mantenía la guardia baja, sus ojos estaban cerrados y hablaba lo menos posible, pues cada vez que lo hacía, sentía un martilleo constante en su cabeza que le suplicaba mantener los ojos cerrados y el mayor silencio posible. La fiebre era traicionera y entonces cuando comenzaba a quedarse dormida de forma pesada hizo una pregunta que le descolocó: —¿Aún la amas? —Tienes fiebre,