Tamara iba a trabajar a la empresa familiar. Era su primer día tras haber conseguido su título como publicista.
"Qué rápido pasa el tiempo. Qué rápido se cumplen los sueños", pensaba mientras intentaba arreglarse el pelo, que se le esponjaba, justo al ingresar a la agencia publicitaria Woodstone. Vio a sus hermanas discutiendo en la sala de reuniones con su tío Abel, quien les recordó que en la vida uno hace lo que sea por un par de ceros más.
—Hay que saber cuándo decir que no —gritó su hermana mayor, Lucía.
Verónica asintió.
Abel vio a su sobrina menor —el peón más fácil, pensó—, se puso de pie, aplaudió y celebró mientras sus hermanas la observaban. Verónica intentó apaciguar a Lucía. Porque sí, Tamara era muy inteligente, muy creativa, buena. Tenía excelentes recomendaciones y llevaba años haciendo trabajos de verano en la empresa. Pero ninguna de las dos sentía que estuviera lista. Y menos con lo que fuera que había decidido ponerse para su primer día de trabajo en una agencia publicitaria de renombre.
—El pelo... —murmuró Lucía.
Tamara, esa misma mañana, había tenido uno de esos momentos. No tenía qué ponerse. Terminó usando una falda fea, prehistórica, de cuadros porque nada más le quedaba. No entendía cómo era posible hacer dieta y engordar más. ¿Qué pasaba con sus hormonas? ¿Y la distribución de grasa visceral? Nadie tenía respuestas, ni ella ni yo. Pero sabíamos que todo se había ido a sus caderas y muslos. Ninguno de los pantalones que planeaba usar le subía. La blusa que normalmente se cubría con la pretina ya no lo hacía. La única que le quedaba era de un color espantoso.
Ella sabía que no iba "súper guapa", pero en medio de la depresión de probarse esto y aquello... acabó en el suelo del baño, junto al celular. Y adivinen qué fue lo primero que vio: sí, un video en r************* sobre cortes bob. Sintió que si el traje no iba a impresionar, al menos lo haría el pelo...
—Es nuestra hermana, no podemos despedirla —comentó Verónica.
Abel las fulminó con la mirada.
—Podemos no contratarla —resolvió Lucía con una sonrisa y su hermana negó con al cabeza pero no le cambió la cara de horror.
—Qué perra amaneciste hoy, Lucía. Si no puedes coger, ve y mastúrbate —fue lo primero que escuchó Tamara al entrar en la habitación.
Su tío la llenó de besos, la abrazó, la giró, le recordó que era hermosa e inteligente, que estaba lista para cambiar la publicidad en Mainvillage y en el mundo.
Ella sonrió, emocionada.
—La mejor publicista de la familia, de tu generación, nena —gritó, eufórico, y le lanzó confeti que había metido en sus pantalones.
Tamara se rió tímidamente mientras intentaba sacarse los papelitos del cabello. La cólera que sus hermanas sentían hacia su tío disminuyó un 15%, solo por contagiar a su hermana de esa emoción psicótica. Ese 15% lo ocuparon en preocuparse por ella: se había cortado el pelo (evidentemente sola), llevaba un traje prehistórico y ambas sabían que los tacones de medio centímetro que llevaba puestos la estaban matando. Pero había esfuerzo, buenas intenciones, y la adoraban. Se pusieron en pie, le dieron un beso y un abrazo.
—Tamara, bienvenida. Que sepas que vienes a trabajar, y que tienes el mismo nombre del dueño original. Así que nadie te lo va a poner fácil. Allá afuera siempre están esperando que fracasemos. Además, estamos en época de no contratación... hemos despedido gente. Así que sé buena y ve a traernos café. Por favor, no vuelvas a llegar tarde al trabajo —dijo Lucía, extendiéndole unos billetes.
—¿Te cortaste el pelo sola? —preguntó Verónica, y su tío y su hermana mayor la miraron incrédulos.
—¿Se ve bien? ¿Se ve mal? —preguntó Tamara, apanicada.
Su hermana negó con la cabeza lentamente. De verdad no quería ser cruel, pero necesitaba ayuda con ese pelo.
—Eres gorda. Las gordas no se cortan el pelo solas, y menos en casa. Pero ¿sabes qué? Voy a llevarte al salón de belleza personalmente —respondió mientras tomaba su bolso y le devolvía los billetes a su hermana mayor—. Te van a dejar mejor, ¿eh?
Verónica tomó del brazo a Tamara y salió casi corriendo porque no quería escuchar más discusiones.
Cuando el ascensor cerró sus puertas y Lucía quedó del otro lado, ambas suspiraron aliviadas. Tamara intentó verse uns egundomás en el espeo a comodarse el pelo un poco con su saliva, verónica sintió una mezcla de pánico y risa pero eso no evitó que le tomara una foto para enviársela a su mamá.
—¿Entonces me veo demasiado mal?
—Te ves solo un poco.—responde su hermana. — Pero todos tenemos ese momento en la vida.
Salieron del ascensor y se encontraron a Grillo conversando con la recepcionista. Le coqueteaba de verdad: se le veían los hoyuelos, el cabello despeinado y tenía medio cuerpo sobre el escritorio.
—Mi amigo Aldo, hijo del dueño, todos le dicen Bello, me dijo que tenía que estar aquí puntualito, ¿sabes? Porque mi "publi" murió y necesito a alguien nuevo. Es triste la vida, pero me ha hecho contemplar la necesidad de no morirme. A veces todos queremos morirnos, como ayer. Pero la verdad... ¿qué sigue después? Porque yo no soy de silencio, yo soy de ruido, y el infierno tampoco suena bien... como caliente y bélico...
Verónica consideraba despedir a la recepcionista por ineficiente y le preocupaba que a Grillo se le ocurriera montarla ahí mismo, porque ya tenía las manos en el rostro de la chica y estaba relajadísimo acariciándole el cabello. Estaba segura de que la recepcionista no estaba lista para decirle que no a semejante seducción. Sin embargo, solo se acercó a dar la bienvenida.
—Señor Mauricio Grillo —saludó con tono vibrante y entusiasta, que hizo que él saltara de su posición y se pusiera firme—. Verónica Woodstone. Mi hermana y mi tío Abel están arriba esperándolo.
—Bellito se llama Abelardo. Claro, su abuela se remamó con ese nombre —respondió, y le dio un beso y un abrazo con total familiaridad—. Qué maja, qué maja —dijo cuando vio a Tamara y le acarició el pelo—. ¿Vas bien? ¿Estás bien?
—No.
—¿Por qué no? ¿Es tu primer día? ¿Tú eres la del primer día? —preguntó Mauricio—. Tu tío me ha hablado todo de ti. Dice que eres maja, guapa, inteligente, que lo has hecho forrarse un montón de veces. No todo es arte... Yo necesito niñeras, ¿sabes? Como el salario de la señora que me limpia, otra que me cocina, otra que me plancha, me organiza la casa, el bus, la vida. Voy con la psicóloga todas las semanas. Con alguien tengo que hablar de mis cosas. Ya sabes, las canciones "funables" que tu tío impide que produzca. Es un cabrón. No sé cómo nos amistamos, pero bueno... entonces tú eres la nueva Eli.
—¿La nueva Eli? —preguntaron las hermanas.
Eli lo era todo para Grillo desde el segundo que subió un video a internet cantando, caminando por la ciudad, tocando varios instrumentos, en fin, desde que había revolucionado el intenrnet con su primer canción, muchos habían estado felices de converlirle en una gran promesa de la música internacional, pero Eli y Bello eran los únicos que estaban felices de ayudarle a crecer sin desangrarlo, prostituirlo o vender su alma al diablo.
Estos últimos meses sin ella habían sido una pesadilla y ahora que finalmente se sentía ligeramente listo comenzaba a echarla mucho más de menos.
—Sí, el puesto tiene varias especificaciones: publicistaepresentante/asistente/compañera y amiga de vida ha fallecido y necesito a alguien que me oriente.
—No damos ese servicio. Creo que Bello y tú se van a llevar una decepción —respondió Verónica.
El ascensor se abrió y de él bajaron Lucía y Abelardo. Ambos saludaron al encontrar a sus víctimas reunidas.
—Vale, la verdad es que no sé dónde ponerte, Tamara, y necesito que rompas el cascarón. Así que voy a darte la tarea de ser la cara del éxito del señor Grillo. Lo pones a trabajar, lo llevas a la cima, lo bajas de la luna esa en la que vive (no más drogas recreativas), lo libras de escándalos y, si todo mejora, te doy un puesto en la mesa. Si no, renuncias y buscas trabajo en otro lugar. Porque habrás demostrado que eres una niñata.
—A mí ya me caes bien.—dice mientras le acaricia el pelo —Seremos grandes amigos, estás contratada. Y a la chica de la mesa de allá: muy mona, muy mona Merlina. Me la llevo.
—Melissa. La chica se llama Melissa —respondió Verónica—. No sé si sabes, pero él es un desastre, y creo que está borracho y drogado.
—Me tomé una pastilla para la ansiedad, entonces estoy desinhibido. Y un shot de tequila —respondió Grillo.—Me pone muy nervioso negociar con mujeres y la verdad no estaba seguro de si era una situación de Viagra o esposas.
Bello se ríe y Lucía los ve a ambos atormentada por sugerir que su hermana trabajará para él. Las mujeres lo miraron a él, al tío y a la hermana.
Tamara sabía lo que pensaban sus hermanas: que era inmadura, que no estaba lista, que necesitaba foguearse más, desarrollar carácter, ser más proactiva, tener más impulso. Verónica y Lucía son toodo emnso sutiles y en la ultimas actividades familiares no demoraron en hacerle saber lo mucho que necesitaba mejora. Y mientras las escuchaba discutir, pensó que tampoco quería estar ahí todo el día sentada, escuchándolas darle órdenes y microinsultarla con una sonrisa. Grillo eventualmente tendría giras, eventos, gente divertida a su alrededor.
—Acepto. Me voy con don Grillo.
—Mauri, para ti. "Don Grillo" no existe, porque es mi nombre artístico —responde mientras le toma de la cintura—. Vamos, florecilla, es momento de irnos a que te arreglen el pelo, el outfit y pensemos en el futuro.
Grillo la lleva a un buen salón de belleza, toma un poco de café y se queda dormido mientras a ella le cambian el look. Solo se despierta cuando siente que se le ha bajado un poco el efecto del combo de felicidad que tomó.
Regresa con Tamara al auto, después de encargarse de la cuenta. La ve de pies a cabeza, y se queda solo con la cabeza en alto porque está muy linda, se ve divina: un buen color de pelo cambia la vida, y un corte le devolvió la juventud y la armonía.
—Quedaste muy guapa, muy guapa… pero necesito ahora prestar tu cerebro —dice, y le entrega una carpeta—. Esta es la carpeta de música que quiero sacar. Algo más acústico y tranquilo.
—¿Tú? Eres el rey de la fiesta y la locura.
—Lo sé, pero estoy en mi sexy romantic f*****g era, y este es un asunto que tenemos que resolver.
—¡Estás en una relación por contrato! —grita asombrada, y los dos comparten una mirada.
—Guapa, hay algo que se llama confidencialidad, y no se trata solo de mí. Baja el tono de voz, no quiero que el planeta se entere de que soy novio falso de Yuri. Una cosa es que quiera terminar con ella, y otra que quiera acabar con ella... ¡tronca, de verdad!