Abro la puerta y lo primero que recibo es el cuerpito de Aurora que corre entre gritos de emoción hacia mí. Sus pasitos descalzos golpean la madera del suelo con entusiasmo, y cuando la tengo en mis brazos, siento que todo el cansancio acumulado se desvanece. La alzo dejando la caja a un lado, abrazándola con fuerza, aspirando el aroma tan dulce que tiene mi pequeña, ese que siempre me recuerda a hogar, a ternura, a todo lo que soy capaz de proteger. ―Hicimos un fuerte, mamá, pero no estabas. Roro dijo que estabas trabajando tarde ―dice mientras sus manitas se enredan en mi cabello y acaricio el suyo con suavidad, dándole una mirada a Rory que, desde el fondo, se cruza de brazos, sabiendo perfectamente la verdad que no le conté por completo. ―Qué lindo fuerte…¿Puedo entrar? ―pregunto en

