El teléfono móvil de Elena comenzó a sonar rompiendo el incómodo silencio que hubo en la oficina por unos segundos. —Permiso —agregó a la vez que sacaba el teléfono móvil de la cartera y lo mostraba haciendo más evidente la llamada y se levantaba para alejarse y tener algo de privacidad—. Hola... —Buenas tardes, Elena, ¿cómo estás? —¡Hola!, feliz... he tenido que mostrar mi mano como a mil personas el día de hoy. —Me imagino... —No había sabido nada de ti hoy, no he querido llamarte pensando que podrías estar ocupado. —Es cierto. No habíamos hablado hoy —Gabriel no se daba cuenta del tono frío y distante que utilizaba; solo tenía cabeza para controlar el fastidio que le daba tener a alguien que le demandara atención y que le recordaba que él se la debía. —Te extrañaba... —No estás

