Gabriel cogió los tirantes del vestido de Elena con ambas manos, los bajó lentamente para liberar sus pechos deseosos de más caricias, pero ella lo detuvo tímidamente dando una rápida mirado a sus costados mientras cubría de nuevo su pecho colocando el vestido en su sitio, Gabriel comprendió su temor. —Tranquila. No va a venir nadie a menos que yo los llame. —¿Y el capitán? —El capitán soy yo. Confía en mí, estamos anclados no hay peligro de nada así que nadie va a venir. Elena se relajó un poco luego de escuchar esas palabras y se dispuso a disfrutar del momento. —Entonces, linda... sígueme contando —dijo mientras liberaba de nuevo los pechos de ella acariciándolos suavemente al principio para después tomarlos entre sus dedos expertos pellizcando sus pezones erectos y sensibles. —

