— Estoy esperando con ansias, tal resultado — ella le sonrió —. Cuando los tengas en mano, me avisas, probablemente va a ser para las vísperas de mi boda, pero de igual forma no dudes en llamarme.
— Lo haré, gracias por todo tu apoyo, Alexandra — una enorme sonrisa se esbozó en sus labios —. Eres mi única amiga y no tienes idea lo mucho que te quiero.
— Yo también cariño — ella le brindó una enorme sonrisa —. Bueno, tengo que ir a ver unas cosas de Navidad, cuídate y estamos en contacto.
Zoé colgó la videollamada luego de saludar a los padres de Leo, con los cuales se llevaba bastante bien debido a todo lo que Alexandra le había contado de ellos. Llegó el año nuevo y al segundo día Zoé decidió ir a la clínica para someterse a la fertilización. Le enviaron unos exámenes que ella misma había pagado para no darle tanta lata a Alexandra con los gastos. Al llegar el día en que se haría el procedimiento, se presentó en la clínica con muchos nervios.
— No se preocupe, señorita — el doctor le sonrió —. Ha sido muy valiente en todos los procedimientos que le pedí para prepararla, lo que viene ahora ya es el final.
— Gracias, doctor, todo fue muy doloroso, pero espero que valga la pena — ella le sonrió —. Quiero tener un bebé antes de hacerme más vieja.
Luego de la fertilización, Zoé se fue a su casa, tuvo molestias por todas las cosas que tuvo que hacer, pero al final se decía que todo iba a valer la pena.
— Hola, Alexandra — ella sonrió con cansancio —. Ya hoy fue el último día en que me tocaba ir a la clínica y espero que todo funcionará. De ser así tendré un bebé con ojos claros y cabello n***o.
— Te felicito, querida — Alexandra se miraba feliz por ella —. Esperaba que todo saliera bien, ahora, si me disculpas, tengo algo que hacer y es urgente.
— Lo entiendo, supongo que debes de estar vuelta loca con las preparaciones de la boda. También me alegro por ti y sabes que tu felicidad es mi felicidad.
— Sí, la boda — ella se quedó pensativa y sonrió — yo también comparto tu felicidad y quiero que sepas que vas a ser una gran madre, verás que tarde o temprano el sol va a sonreír para ti; sé que no digo mucho esto, pero te amo, eres la hermana que no tuve y me siento muy orgullosa de ti al ver que te has levantado de las cenizas.
— Siento esto como una despedida — ella miró a Alexandra —. ¿Acaso me estás terminando como amiga?
— Deja de decir tonterías que no te estoy terminando como amiga, es solo que a veces damos por sentado, que la otra persona sabe que la queremos y no quiero que eso pase con nosotras. Siempre estaré contigo, aunque no sea a tu lado y lo sabes bien.
Zoé colgó la llamada y sintió una alegría muy grande, aunque había algo que no le daba la felicidad completa a pesar de que las palabras que le dedicaron esa ocasión eran muy tiernas. La comunicación con Alexandra se había suspendido debido a que los preparativos de su boda la tenían demasiado ocupada. Esa noche fue que recibió la llamada de un número desconocido que no quiso contestar, pero al ver que era el código de España, fue que decidió levantar el teléfono.
— ¿Zoé? — Una voz se escuchó del otro lado — habla Leo, sé que no nos conocemos, pero es necesario que hiciera esta llamada.
— Sí, la realidad es que contigo no tenía contacto, pero puedo conocerte gracias a todo lo que Alexandra me dice de ti. Gracias por hacer feliz a mi amiga — ella le sonrió —, pero dime el motivo por el cual llamas.
— Es Alexandra — él lloró y Zoé se asustó —. Ella, ella, falleció en un accidente de tránsito; lo siento por darte la noticia de esta forma.
Zoé negó varias veces la noticia que le estaban dando. En el momento en que Leo le dijo que estaba confirmado fue que soltó a llorar sin consuelo. En su alma sintió que se desprendió un pedazo al pensar en que no volvería a hablar con su amiga, que tampoco la vería nuevamente; a pesar de todo el dolor que sentía en esos momentos fue que recordó a las tres niñas, esas pequeñas que apenas comenzaban a vivir.
— ¿Y las niñas? —preguntó Zoé, temerosa de escuchar la respuesta —. ¿Ellas, cómo están? ¿Viajaban con Alexandra?
— Ellas están bien, Alexandra las dejó al cuidado de mi mamá, pero en el momento en que Sofí recibió la noticia simplemente se quedó callada, no dijo nada ni tampoco reaccionó de alguna forma.
— Dios, cómo quiero estar cerca de ellas — Zoé lloró —. Las gemelas son pequeñas para comprender, pero Sofía no.
— Zoé, por favor, ven a España — Leo sorprendió a la mujer —. Sé que es algo repentino, pero creo que Sofía te necesita aquí.
— ¿Pero qué estoy diciendo? — Ella pasó sus manos por su cabeza — Claro que tengo que ir, esas criaturas no tienen a su madre y deberían tener al menos a su tía, claro que me voy para España.
Zoé le colgó a Leo y comenzó a averiguar todo lo necesario para viajar hasta España. Por suerte no pedían tantos requisitos como imaginaba, y cuando las personas supieron a lo que viajaba, trataron de apresurar el proceso.
— ¡Señora Vanesa! — ella golpeó la casa de su vecina — ¡Señora Vanesa, por favor, abra! ¡Es una emergencia!
La puerta fue abierta y salió una mujer de mediana edad. Ella estaba asustada por la insistencia de los golpes, así que metió a Zoé, que parecía tener un ataque de ansiedad. Le dijo todo lo sucedido y la señora le dio un vaso con agua que fue rechazado.
— Lo que quiero de usted es otra cosa, recuerdo que en una ocasión me dijo que quería comprar mi apartamento y yo me negué, en estos momentos no le prometo venderlo, pero necesito que me presté dinero para viajar a España cuanto antes — ella extendió una carpeta — ahí están los papeles de mi piso como garantía, por favor no se niegue en hacerlo.
— Claro, hija, es una lástima que no lo quieras vender, ya que mi hija quiere venir a vivir aquí al edificio porque soy mayor, pero no me voy a negar en prestarte lo que necesites. En estos momentos es cuando se necesita mucha ayuda.
Ella finalmente viajó a España sin mucha demora, los ahorros que tenía le permitieron poder viajar sin preocupaciones económicas y también lo que le habían prestado por su apartamento. Al llegar al suelo español la esperaba Leo, ella lo reconoció gracias a que tenía a Sofía tomada de la mano. La niña de siete años que había perdido a su madre se miraba ausente, como si la noticia no hubiera sido asimilada aún.
— ¿Zoé? — Leo la miró sorprendido en el momento en que ella se acercó —. ¿Eres tú o no?
— Hola, Leo, sí, yo soy Zoé — ella sonrió triste —. Quiero irme de aquí cuanto antes, por favor, vamos donde Alexandra.
Sofía, al ver a su tía, alzó sus brazos y pidió que la cargara. La mujer curvy sin dudarlo, dos veces la alzó y la pequeña enredó sus brazos con sus piernas en el cuerpo de Zoé. Salieron del aeropuerto y en la parte de atrás iba la mujer junto con la niña.
— No te preocupes, mi amor — ella lloró —. Todo va a estar bien, aquí me encuentro contigo y no estás sola, nunca lo vas a estar.
El llanto de Zoé logró calmarse, sabía bien que no podía derrumbarse en esos momentos y menos cuando habían tres niñas que acababan de perder a su madre.
— Cariño, tu mami ya no se va a encontrar físicamente con nosotros, pero su espíritu va a estar en cada paso que demos — ella le acarició el rostro a Sofía —. Debes de ser fuerte, pero tienes derecho a llorar si es lo que deseas.
Sofía simplemente se refugió en el pecho de Zoé y no dijo una sola palabra. Finalmente, llegaron a la mansión donde vivían los padres de Leo. Una vez que entraron a la casa, pasaron directamente al cuarto que Alexandra ocupaba y fue ahí donde ella descansaba. Su rostro había sido arreglado, pero se notaba que su muerte no fue en absoluto tranquila, a pesar de todo sonreía ampliamente.
— Alexandra, no me hagas esto — Zoé la miró mientras la tomaba de los hombros —. Vamos, despierta, tus hijas te necesitan, ¿Las recuerdas? Sofía, Monserrat y María Pía. No puedes dejarlas solas en este mundo, abre tus ojos, perezosa.
Las lágrimas se deslizaban lentamente por el rostro de Zoé, parecían perlas perfectas que poco a poco se deshacían mientras recorrían las mejillas de la mujer; Alexandra fue tomada de los hombros, siendo agitada muy fuerte.
— ¡Despierta por un demonio! ¡Vamos, hazlo de una buena vez! — ella le dio una cachetada muy fuerte —. No me puedes hacer eso, te necesito, Alexandra, eres mi única amiga, te necesito.
Un grito desgarrador sonó en la habitación mientras Zoé se arrodillaba a la orilla de la cama de su amiga. A todos los presentes se les erizó la piel al ver el sufrimiento de esta persona y fue en ese momento en que Sofía se acercó al cuerpo sin vida de su madre.
— Mami, mamita, mamá — ella acarició la mejilla de la mujer —. Vamos, hazle caso a la tía Zoé, sé que estás jugando y que lo único que querías era que tu amiga viniera a tu boda. Escuché que se lo dijiste a Leo y, pues ahora ya tu deseo se hizo realidad, así que ya deja de jugar, yo te desencanto.
Sofía, por más que le habló a su madre, no tuvo respuesta. Ella se soltó a llorar, por esto, siendo su consuelo buscar el contacto con Zoé, que la recibió con los brazos abiertos. Ambas personas se dieron el calor que tanto necesitaban. La mujer meció a la niña para consolarla, sin embargo, no pudieron parar de llorar por un buen rato.
— Zoé, creo que es hora de preparar todo — Leo miró a la chica mientras lloraba —. Solamente te estábamos esperando a ti para hacer las cosas que se necesitan hacer.
—Sí, lo entiendo — ella respiró profundamente —. Vamos entonces para prepararnos debidamente, quiero ver a las gemelas…