‗‗‗ ❍ [ CÁPITULO 01] ❍ ‗‗‗

3540 Words
Años después... —¡Feliz cumpleaños! —La voz de Karen, su mejor amiga retumbaba a través del teléfono celular. —No digas tan alto que te van a escuchar —le regañó. —No me importa, Alessa. Solo cumples veintiséis años una sola vez en la vida —le dijo riendo. —Tienes razón —afirmó. —Entonces no tengo más nada que decirte, sólo que nos veremos en el club esta noche. No le dio tiempo a nada. Simplemente le colgó la llamada, dejándola un poco confundida y sacudiendo la cabeza. Siguió con lo estaba haciendo. Se desempeñaba en la parte de informática de la empresa petrolera de su padre, pero asignada al departamento de contabilidad. Así que sabía muy bien cómo se movía el dinero. Desde hacía tres años trabaja ahí con un perfil bajo. Aún continuaba su lucha por los derechos a la herencia de su padre. Que prácticamente había comenzado a partir que había salido de la adolescencia. Estaba consciente de que Gissel por ser su esposa, le correspondía un poco más del dinero. Pero estaba muy segura que ella no había tenido la totalidad, como le había hecho creer durante tantos tiempo. Cuando cumplió dieciocho años, tuvo que acudir con el abogado de su padre para que le ayudara a pagar sus estudios ya que ella se negaba a hacerlo. La malvada era muy astuta; una vez le dijo que la empresa no era para ella. Que le aconsejaba que se dedicara a otra cosa, como por ejemplo a ser una mujer de hogar. Alessa no le hizo caso, y se fue a la universidad. Inició los trámites legales pertinentes, y cuando estaba a la mitad de sus estudios ganó su primera demanda legal en contra de Gissel. Para poder manejar su fideicomiso a los veintiún años. Regresó a casa con un título en Administración de Empresas, y hacía solo un año que había terminado su maestría en Economía y Finanzas. Disfrutó de ver su rostro cuando celebró en grande su triunfo sobre ella. Dos meses después anunció a través de una rueda de prensa que después de muchas dificultades, y amenazas había ganado otra demanda, para poder trabajar en la empresa que era su patrimonio familiar. Su madrastra decidió ceder un poco, y llegaron a un acuerdo. Luego de eso tuvo que hacer muchos cursos personalizados, para poder adaptar su conocimiento universitario con la informática. Estaba en su pequeña oficina cuando la puerta se abrió pronto. —Veo que estás de muy buen humor —dijo la recién llegada. —¿Qué se te ofrece, Mariana? —Alessa no se molestó en alzar la vista del monitor de su computador, pues sabía de quien se trataba. —Solo vine a decirte que mamá no quiere que aparezcas en la reunión de la junta directiva mañana. —¿Cuál es la razón? —preguntó ella dejando de teclear y conteniendo la respiración para no explotar en ese momento. —Viene una persona muy influyente del ramo petrolero. —Te recuerdo que soy accionista de esta empresa. Mariana se acercó con rabia y colocó las manos sobre su escritorio e inclinó la cabeza hacia ella. —¡No! Tu no eres nadie —le dijo con asco—. Eres solo basura, un incordio del cual aún no podemos deshacernos. Alessa al escuchar aquello se levantó de la silla inmediatamente, y dio un paso hacía su hermanastra hasta quedar nariz con nariz. —¡Soy Alessa Sinclair! —expresó con tono firme—. La única hija de Jonathan Sinclair. Algo que ni tu hermana, ni tu madre y tú llegarán a ser algún día —las últimas palabras salieron de la boca de la joven en un tono despectivo. —Eres una idiota, Aless. Te juro que algún día acabaré contigo —Su hermanastra dio un paso hacía y caminó hacía la salida. —Te hago una promesa también, Mariana —ella hizo que se detuviera—. Todo lo que me han hecho ustedes tres, lo van a pagar muy caro. El cuerpo de Mariana temblaba de rabia. —No queremos verte en esa reunión. Alessa sonrió con suficiencia. —Te equivocas, es la empresa de mi familia y tengo el veintiocho por ciento de las acciones. Así que estaré en esa reunión, quieran ustedes o no. —Mi madre tiene la mayoría de las acciones, por tanto es de mi familia. —Mariana replicó apretando los dientes. —Claro que es la accionista mayoritaria —aseguró Alessa de forma sarcástica—. Con todas las artimañas que ella ha usado a lo largo de estos años. Para quedarse con mi patrimonio familiar, de mi. No lo dudo que ella se sienta que es la dueña de todo. Mariana recobró un poco la compostura, estiró la mano y giró el pomo de la puerta. Se giró solo un momento para decirle: —Mamá no quiere que te aparezcas en esa reunión. Más te vale hacer caso, puede que te arrepientas después. —¡Lárgate de una vez de mi oficina! —exclamó Alessa furiosa. —Tranquila hermanita —la burla era notoria en su voz—. Lo menos que quiero es hacerte enfadar. —¡Maldita víbora, fuera de aquí! Mariana solo tuvo tiempo de salir, y cerrar la puerta tras ella. Alessa le había lanzado el porta-lápices, y quedó estrellado en la gruesa madera. Respiró profundamente para calmarse, y lograra que las lágrimas que tenía oprimidas en el pecho no salieran. Caminó y agarró de la pequeña repisa una botella de agua y se tomó la mitad de un sorbo. Aún la rabia invadía su cuerpo. Por poco había perdido la paciencia con Mariana. Lo cierto era que quería cruzar su cara con dos buenas bofetadas. Era una estúpida, cómo se atrevía a decir que era la empresa de su familia. Eso no era cierto, porque todo el consorcio le pertenecía a ella de manera directa desde que era una niña, ya había sido la herencia de su madre. Su padre solo se encargó de hacer el trabajo arduo de hacerla prosperar. Gissel pretendía quedarse con todo que le habían dejados sus padres, sin importar las consecuencias. —¡Por supuesto que iré a esa reunión! —exclamó en voz alta. Un amigo muy cercano; un experto en informática le había enseñado como acceder a cualquier tipo de ordenador. Así que iba a usar ese conocimiento, para saber de qué se trataba dicha reunión. Porque lo que percibía era que su madrastra estaba un poco nerviosa al respecto. Estaba molesta, al tener que utilizar algunos métodos no muy legales, para ponerse al tanto de lo que sucedía en su empresa. Mientras sus dedos de manera hábil tecleaban en el computador. Su mente repetía: «¡Papi, ayúdame! Dónde quieras que te encuentres». Luego de hacer varios intentos, por casi media hora. Lo había logrado, y al entrar al sistema un jadeó brotó de su pecho cuando se dio cuenta de lo que ocurría. La empresa estaba casi en la quiebra. ¿Cómo? Se preguntaba una y otra vez. Sabía que Gissel era una interesada, arribista incluso despiadada, pero todos esos años había luchado por mantener la empresa a flote. Algo no cuadraba; además de los números. Al parecer la única opción era una asociación con una empresa del medio oriente con nada más, y nada más y nada menos que con un treinta y cinco por ciento de las acciones. Era mucho, la piel de la joven se erizó. Eso significaba que la vieja bruja de su madrastra iba a quedarse solo con el diecisiete por ciento de las acciones, y eso era perder el control de la empresa. Entendió que esa era la razón principal por la cual no quería que asistiera. Se reclinó en su asiento, la cosa no pintaba para nada favorable. Estaba claro que debía hacer algo, y por eso sus instintos le indicaban que necesitaba presentarse en esa reunión. Su jornada laboral fue muy ajetreada. Entre su trabajo pendiente, y todo lo que había planeado para presentarlo al día siguiente. Era cierto lo que dice el refrán: "El tiempo pasa muy deprisa", y ese día lo había comprobado. Llegó muy tarde a su apartamento. Fue a la cocina, vio en la encimera una manzana. Su estómago gruñó, fue cuando se dio cuenta de que no había comido en todo el día. Dando un mordisco a la fruta se fue a su habitación. Se daría una ducha con agua caliente, para relajar toda la tensión que había tenido durante el día y luego estaría lista para verse con su amiga Karen. Sabía Dios qué disparate se le había ocurrido a su amiga, para esa noche. Su cumpleaños número veintiséis. Aún era joven, pero se sentía como de cincuenta. Con tantas cosas que habían pasado en su vida que habían madurado antes de tiempo. No había día en que no mirara al cielo, y exclamara lo mucho que le faltaba su madre. Tampoco día en que dijese que extrañaba mucho a su padre. Tal vez su vida sería muy diferente. Suspiró y una lágrima rodó por su rostro. Eran muy pocas las personas, que sabían lo que había tenido detrás de su cara bonita y que con los años se había vuelto severa. Estaba adormecida cuando el sonido del timbre retumbó por todos los ciento ochenta metros cuadrados de construcción de su apartamento. Ella sabía que solo una persona podría ser tan escandalosa. Su amiga y hermana. La única persona que había estado para ella en los momentos más oscuros de su vida. Con mucha somnolencia y cansancio se dispuso a abrir la puerta. Estaba seguro que si no se apuraba, muy pronto se iban a escuchar sus gritos. Preguntando si estaba usando su consolador que no movía su trasero rápidamente. —¿Por qué demonios no te ha vestido aún? —preguntó su amiga atravesando el umbral de la puerta como si fuera la dueña del lugar. —Estaba un poco cansada y me recosté un poco —contestó sin ánimos —Te conozco Caramelito de sábila —su amiga se giró para verle a la cara—. Sé lo que significa el día de hoy para ti. —Le abrazó fuertemente. Karen siempre había estado ahí para ella. —Han pasado más de veinte años desde que nos conocemos, y sigues llamándome de esa forma —Alessa entornó los ojos. —Al menos hice que cambiaras esa horrible cara que tenías —su amiga le dio una sonrisa inocente y se encogió de hombros—. Como te dije antes... es tú cumpleaños. Sólo se cumples veintiséis una sola vez en la vida. —Voy a vestirme, entonces —alzó sus manos en rendición. Karen tenía razón. Había vivido con mucha presión desde que su padre había muerto. Abrió su armario, y removió toda su ropa. Quería algo que le recordara que era joven aún. Que era una chica como cualquiera de su edad. Durante mucho tiempo no le importó su apariencia. Sus queridas hermanastras se habían encargado de que ella desapareciera de toda la parte social de su familia. Estaba harta de eso. El abogado, y amigo incondicional de su padre. Además de ser su padrino, David Morgan. Le había comentado que faltaba muy poco para completar todas las pruebas para hacer la demanda final en contra de Gissel Smith, por estafa y malversación de fondos. Debían esperar un poco más para lograr que la sentencia fallara a su favor. Era cierto, que por ser su esposa ella tiene mayor porcentaje en el dinero de su padre, pero no la empresa y su patrimonio. La herencia era por parte de su madre. De repente estaba de muy buen humor, al recordar que ya faltaba muy poco para terminar ese calvario y sacar de su vida definitivamente a Gissel y a las arpías de sus hijas. A su mente vino con amargura el día que cumplió quince años. Estaba feliz, ilusionada como cualquier otra chica de su edad. Ella había preparado su fiesta con mucho esmero e ilusión, pero no se celebró como ella quería. Mariana y Amanda habían destruido todo para que no se hiciera la fiesta. Gracias a Dios tenía a su amiga Karen. Cuando Alessa llegó a su casa llorando, y le contó lo que hjabía pasado. Ella resolvió explicando a sus padres lo sucedido. Ellos permitieron que se celebrara en su casa. La fiesta estuvo buena, y fue muy mencionada al lunes siguiente en la escuela. Lo que provocó la ira de sus queridas hermanas y cuando llegó a casa ese día después de las clases se las encontró en su cuarto. Lo habían destruido todo y cuando Alessa les reclamó. Mariana por ser dos años mayor la sujetó fuertemente, y le pidió a Amanda que le cortase el cabello. Al final tuvo que pasarse la maquina por la cabeza, y escuchar los malos comentarios con burlas en la escuela. Días después no pudo soportarlo más; fue a casa de su padrino, y abogado de su padre. Para pedirle ayuda. Desde entonces había decidido tomar clases de taekwondo, y comenzar la lucha sin descanso en contra de su madrastra y sus hijas. Encontró lo que estaba buscando. Un vestido que la hiciera sobresalir entre las personas. A fin de cuentas era la homenajeada. Su cumpleaños, así que sin perder mucho tiempo comenzó a vestirse. Era un cuerpo simple n***o cerrado en la parte delantera hasta el cuello. Sin mangas y el escote en su espalda trazado con finas tiras del mismo color. La falda era simplemente transparente. Así que pudo verso perfectamente lo torneada de sus piernas, sus voluptuosas caderas, su gran trasero de infarto, y su cintura pequeña. Combinada con unas sandalias altas de finas tiras cruzadas. Se dejó el cabello rubio oscuro suelto a media espalda que con el maquillaje resaltando sus ojos color chocolate eran todo un contraste. —Wow Aless… —su amiga la miraba asombrada—. La verdad estás sexy, hermosa. —¿Tú crees? —cuestionó incrédula. —Claro que sí —Karen le pasó su bolso de mano— ¡Estamos listas! —Pediremos un Uber —se echó un reír cuando vio la cara de Karen. —¡¿Qué?! —Esta noche es de pura diversión —se encogió de hombros. —Me gusta esa actitud en ti. Apagaron las luces de la habitación y salieron a celebrar el cumpleaños de Alessa. Estaba muy decidida a su vida diera un cambio. Lástima que no tenía el poder de la premonición, así había estado preparada para el cambio que se le venía a continuación. Se fueron en el taxi conversando muy de manera casual. Karen le comentaba que Víctor, su novio desde el último año de la universidad por fin le había pedido matrimonio. Pero que ahora ella estaba asustada. Alessa le dijo que si ya tenían dos años viviendo juntos, el papel firmado solo era una formalidad. Un mensaje de texto en su teléfono celular interrumpió su conversación. "Disfruta tu noche de cumpleaños, mi niña". Era un mensaje de su padrino y mentor, David. Al cual ella desde que era una niña le llamaba: "Tío". "Gracias. Tío David". "Disfruta tu noche, mi querida niña. Mañana nos espera un día muy ajetreado". Horas antes, Alessa le había enviado toda la información, y ya había trazado un plan de como intervenir en la asociación con la empresa del medio oriente. Estaba claro que era conveniente. Pero requería de ser cuidadosa con eso. Gissel tenía casi el total de las acciones. Así que ella tenía la última palabra. "Lo sé". "¿A qué hora es la reunión?" "A las nueve y treinta de la mañana". "Me parece bien. Pasaré por ti a las ocho para que desayunemos juntos y luego iremos a la reunión. No puedes ir sola a enfrentarte a ellas. Para eso me tienes a mí. Soy tu abogado además de tu padrino". Sonrió David Morgan había cumplido al pie de la letra el juramento que había hecho al bautizarla. Cumplir la función de su padre, en caso de que faltara. "No te preocupes, Tío. Nos vemos mañana temprano". Alessa suspiró era la hora de salir de su cueva de ratón que era su zona de confort. Era hora de arriesgarse. El momento de vivir. ¡Por Dios! Tenía veintiséis años y sus experiencias sexuales fueron un total y completo desastre. Al punto que había renunciado a ellas cuando Karen le regalo un juego de tres consoladores. Aún no sabía porque le había hecho un caso a su amiga. Lo cierto era que no podría decirle que no, desde aquella fiesta de cumpleaños número quince. Karen se había convertido en su organizadora de fiestas personales. Cuando el taxi estacionó en frente del club abarrotado se cuestionó por un momento si era una buena idea. —Conozco esa mirada, Caramelito —soltó de pronto su amiga jalando de su brazo, para mirarla a los ojos—. Tienes cara de arrepentimiento Aless —negó con la cabeza—, no me dañes la noche que preparé para ti. —De acuerdo —sonrió no podía dejar a un lado todo el esfuerzo que su mejor amiga había hecho. Miró las instalaciones y un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en lo que podía encontrar en “Babylone”. Un club con ese nombre era algo a considerar. Cuando llegaron a la puerta, pudieron notar que había un gran número de personas haciendo cola para entrar. Algunos las miraban con desaprobación, se notaba que muchos estaban ahí desde temprano. Lo que esas personas no sabían era que Karen se tomaba su papel de organizadora muy en serio, y había reservado con un mes atrás y la tarde anterior había ido al lugar a dejar una comisión a los porteros, para que los dejara pasar sin ningún tipo de contrariedad. Ella se acercó a uno de ellos y le saludó; cuando vio a Alessa de arriba a abajo y soltar un silbido le deseó feliz cumpleaños y una muy buena noche. Las dos chicas se echaron a reír como tontas y se apresuraron a entrar. Al hacerlo tuvieron que parpadear varias veces para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad del lugar. Sin embargo el ambiente era espectacular. La música era urbana. El local era inmenso, tenía las paredes de color n***o, gris plomo y azul las mesas eran modernas en acero y vidrio templado. Las sillas un toque vintage con la elegancia de muebles modulares. Realmente todo era lujo y opulencia. Quedaba sobrentendido que no entraba cualquiera. Lo que menos se esperaba era que Karen hubiera reservado una mesa grande en el área VIP. Sentía todas las miradas en ella. Por un momento dudó de haber puesto ese vestido. Giró la cabeza, pues tenía la sensación de que alguien la observaba, y esa percepción le penetraba en la espina dorsal. Cuando la sensación se hizo más insoportable, giró la vista a todos lados, pero no pudo ver a nadie, cuando iba a comentarlo con Karen llegó Víctor con unos amigos a celebrar con ellas. Entre ellos un compañero de trabajo de él, John Fierro. Ellos habían coincidido un par de veces en alguna que otra celebración, y compartían un muy buen rato charlando. Pero esta noche la miraba diferente. La miraba de pies a cabeza, y luego la tomó de la cintura y la abrazó. —¡Feliz cumpleaños Aless! —Le dio un beso en la comisura de los labios. «¿Qué demonios significa esto?», pensó ella. —Gracias por venir, John —le sonrió con cordialidad y de manera imperceptible se soltó de su abrazo. —No podría perderme esto —dijo el joven acercándose un poco más de la cuenta e inclinándose un poco a su oído. —¡Feliz cumpleaños, Caramelito! —esa vez fue Víctor quien la felicitó. —¡Oh, gracias! —Alessa le devolvió el abrazo riendo por su apodo desde la universidad. —Vamos a pedir algo —anunció Karen emocionada. —Me parece una gran idea —agregó John sin dejar de mirar a Alessa, lo que hizo sentir incomoda. Más y más amigos fueron llegando hasta completar un grupo de veinte personas. Sin tener idea de la verdad Karen se había esmerado en organizarle una fiesta. Los amigos más allegados de los tres estaban ahí. A pesar de que estaba pasando un rato agradable, y diferente con personas que sabía que la apreciaban de manera sincera. Sentía que no llenaba el vacío que, le faltaba algo. Eran muchos cumpleaños celebrados sin su familia. Hubo un momento que el recuerdo de esa falta a pesar de los tantos años transcurridos, aún hizo que su pecho doliera. El lugar comenzó a girar, y el sonido en sus oídos era muy lejano. —¿Te pasa algo? —John se le acercó frunciendo el ceño. Ella negó con la cabeza, dio una respiración profunda y contestó: —No te preocupes, no es nada —lo miró a los ojos para hacerle saber que todo estaba bien—, voy un momento al baño.
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