Capítulo 49. Un regalo para la intimidad

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Luego, el hombre condujo de nuevo y fue hasta el palacio. Estacionó el auto, dejó las compras que hizo allí adentro para no levantar sospechas y se fue directo hasta la cocina. Habló y carcajeó por un rato con aquel chef hasta que se hizo la comida. Posteriormente, Angelica se puso un vestido muy casual pero elegante como para ir a un sitio al aire libre, según ella quería fresas e iba a esa cabaña de las afueras en donde tenían un gran invernadero de frutas silvestres del bosque como: fresas, moras y arándanos los cuales eran para el consumo real. Jean Paul tenía una gran resaca y al verla sentada en su peinadora maquillándose, no dudó en preguntarle para donde se dirigía. —¿A dónde vas tan temprano? —Al invernadero. Quiero fresas. Como no tengo nada más que hacer hoy iré a cosechar al

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