CAPÍTULO 4

1116 Words
El viento alborota mi cabello haciéndolo danzar sobre mi rostro. Hoy el cielo se tornó gris y el calor se esfumó para dar paso a un día tormentoso. Me pregunto por qué las cosas no salen del modo que deseo, por qué tiene que ser cuesta arriba cada paso que doy. Calculo que algunas personas no nacemos con una estrella, y nos toca arreglarnos como podemos para sobrevivir en la jungla en la que se convirtió esta ciudad. Otras, caminan hacia un futuro brillante y lleno de esperanza de manera pacífica, sin grandes sobresaltos. Mientras lloraba sobre mi almohada por la noche, recordaba con burla y amargura el juramento que me había hecho horas antes. Sin embargo el destino estaba en mi contra y no pude cumplirlo tampoco esta vez. Marco siempre encontraba la forma de salir triunfante en cada situación, mientras a mí me tocaba juntar los pedazos rotos de mi corazón y fingir que nada había ocurrido. ¿Cómo podía hacerme esto? ¿Cómo podía obligarme a observar de cerca lo que en mis sueños perturbaba mi mente? Y lo que es peor... ¿Cómo podría culparlo si nunca se había enterado de lo que sucedió en aquel entonces? Me da mucha rabia no poder responsabilizar a nadie por el desafortunado reencuentro; simplemente pasó, como el resto de cosas malas que se arremolinan a mi alrededor. En otras circunstancias estaría feliz de tener a Jhan cerca; su sola presencia me hace sentir viva, desatando los instintos más primitivos en todo mi ser. Verlo trae de vuelta esa extraña energía recorriendo mis venas, un despertar que me hace recordar la mujer que era en mi juventud. Pero en esta oportunidad no somos los mejores amigos que se enamoraron sin querer; somos cuñados a los que los separa una enorme desilusión, resentimiento y una antigua ruptura dolorosa. Respiro profundo; el aire frío me hace sentir mejor y la vista desde el balcón es relajante y preciosa. Agazapada sobre el barandal apoyo mi cabeza entre los brazos para observar con mayor atención. El parque fue diseñado en efecto para descansar y traer paz a todos nuestros sentidos; con su césped mullido lleno de flores en los laterales, un camino de piedra natural rodeado de pinos y arbolillos de diferentes clases y tonalidades verdes. Sus estatuas de semblante angelical posando con una delicada gracia, remontando a la antigua Grecia y sus memorables hazañas. Mi parte favorita de la mansión se encuentra allí, donde la glorieta labrada se funde con un lago artificial perfectamente logrado, lleno de pececillos de colores. Hace tanto que no me siento a leer ahí.... pensar que me encantaba, no obstante ahora solo sentiría una entrañable nostalgia; como sucedía con todo lo que había hecho alguna vez en compañía de Jhan. — ¿Es hermoso verdad?— su voz me hace saltar ante la sorpresa. — Así es — respondo cortante como de costumbre. — Cuando era chico solía esconderme entre los juncos del lago; juraba que era una rana y debía vivir allí en mi verdadero hogar. Este mundo era muy aburrido para un niño como yo— sus ojos fijos en la distancia lo hacen lucir cansado...¿O en realidad parece triste? No, un ser frío y calculador como él tuvo que haber nacido con estrella, apiadarme sería un error fatal. Giro para dirigirme a mi habitación cuando su mano me toma del brazo — Espera— lo observo confundida— Si repites lo de ayer no habrá marcha atrás. El que pagará las consecuencias será tu padre, ¿Entiendes? — vuelvo a sentir el desprecio habitual por su persona. — ¿Lo entiendes Nissa?— su abrupta cercanía me descoloca — Lo entiendo Señor— aviento mientras me libero de su agarre. Cuando pasa su mano por la frente entiendo que algo lo preocupa; es el gesto típico que hace cuando tiene alguna cosa pendiente por resolver. Lejos de interesarme, le deseo en silencio que todo se complique el triple de lo que a mí, con la llegada de su hermano. Otras veces había bajado la guardia ante él, fuere por cansancio o misericordia, y hasta el día de hoy recuerdo lo mucho que lamenté hacerlo. Porque Marco sabe de sobra cómo jugar con la debilidad de uno hasta volverlo un punto a su favor. —La próxima vez que me digas Señor recibirás un castigo. Uno como el de anoche. ¿Recuerdas?— dice jalando nuevamente de mi brazo, quedando a escasos centímetros de mí. —Recuerdo si. Recibí una bala por esa jovencita tonta con la que flirteabas tan descaradamente. Su risita repiquetea en el cuarto casi vacío. —Cuando quieras ocupar su lugar solo dilo. No se te da bien esto de disimular— —Me das pena. —Yo también siento pena de mí. Un hombre con tantas virtudes, perdiendo tiempo con una mujer bonita y hueca como tu. Sé que me está provocando, queriendo hacer que me descontrole y le salte al cuello cual lobo de manada. No sucederá, no hoy cuando Marco es el menor de mis problemas. —Si tú lo dices...— Su arrogancia desaparece de un instante al otro por lo que pone distancia entre los dos rápidamente. Si hay algo que este hombre adora es pelear conmigo; como si se alimentase de nuestras discusiones para así volverse más y más fuerte. El motor de un auto irrumpe el silencio de mi habitación. —Llegaron— me amenaza mi esposo con su dedo acusador. Yo entendía todo lo que eso significaba: pórtate bien. Sé la esposa perfecta. Al fin sola en la habitación, puedo notar que el reflejo en el espejo no es nada alentador. Una mujer demacrada y con unas terribles ojeras me mira fijamente. No hay maquillaje que pueda ocultar las bolsas en mis ojos, producto de tanto llorar, ni la tristeza que embarga mi alma. ¿Qué más da? Lo peor ya ocurrió. Bajo las escaleras y me coloco a la izquierda de Marco. Muevo las piernas impaciente buscando el punto de apoyo perfecto. Temo no ser capaz de controlar mis gestos, de frenar las emociones que pujan por salir al exterior. Marco toma mi mano y la aprieta muy fuerte, tanto que siento que no me circula la sangre en los dedos. Intento reprocharle, pero la puerta se abre y mi mundo cae a mis pies. Una hermosa mujer entra de la mano de Jhan a nuestro recibidor. Los latidos de mi corazón tocan una sinfonía frenética y acompasada. Cuando noto la manera en que ella lo mira, siento que la herida se termina de abrir por completo No puedo, no puedo... Sabe Dios que yo no puedo.
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