Capítulo 3

1677 Words
Al llegar a la casa de su madre, se estaciona en frente, estaba tan ansiosa de contarle que estuvo a punto de olvidar las llaves dentro del auto nuevamente. Al caminar hacia la entrada, Tamara es saludada por la vecina de en frente. Esta era la típica vecina que siempre estaba pendiente de cualquier acontecimiento que pasará en el barrio, si querías saber algo sobre cualquier persona, era a ella a quien había que recurrir, ya que siempre estaba al pendiente te de todo. Tamara pensaba que esta señora tenía algún tipo de sensor frente a su puerta, que le indicaba cuando alguien pasaba por allí, ya que no había ninguna otra explicación para que ella siempre supiera cuando llegaba a casa de su madre. —¡Buenas tardes! ¡Señora Rebeca! ¿Cómo está? —saluda Tamara, antes de que la vecina pronunciará alguna palabra. —¡Ah! ¡Holaaa! ¡Tamara! ¿Cómo estás? ¡Yo estoy muy bien! ¡Gracias! —responde está con un tono de sorpresa. —¡Muy bien señora Rebeca! —le responde Tamara, mientras toca el timbre, a un lado de la puerta—, ¿Y sus nietos? ¿Cómo están?. —¡Muy bien Tamara! María está a punto de graduarse de médico, es una gran bendición —ve con curiosidad a Tamara de arriba a bajo. —¡Qué bueno! ¡Felicidades! —vuelve a tocar el timbre, pero con más insistencia. No pasan ni cinco segundos cuando alguien abre la puerta. —¡Aichhhh! Ya sabía yo que mi día no podía ser perfecto— dice Tamara volteando sus ojos. —¡Hermana por favor! ¡Tenemos que hablar! —le súplica Nathy. La señora Rebeca se acerc más a la puerta de su casa para poder escuchar. —Tu y yo no tenemos nada de qué hablar —le responde Tamara alzando las cejas, mientras voltea hacia atrás para ver a la señora Rebeca, quién le sonríe. —¡Tamara! Mamá aún no lo sabe, ¡Por favor! No le vayas a decir nada —toca el brazo de Tamara, bajando la voz—, ¡Te lo suplico!. Tamara respira profundo al sentir el tacto de Nathy, pues un escalofríos recorre su cuerpo en ese instante, pero al sentir la mirada de la señora Rebeca en la nuca, está se calma y le responde. —¡Por favor Nathy! Mantén tu distancia, porque no responderé de lo que pueda pasar —dice con los ojos cerrados. Rápidamente Nathy deja de tocar a Tamara, pero continua insistiendo. —¡Esta bien Tamara! Sé que estuvo muy mal lo que hice, pero ¡Por favor! ¡Te lo suplico! No le digas nada a mamá, ya sabes cómo es, se pondrá muy mal. Tamara por un momento siente el deseo descontrolado de gritarle a Nathy, pero está se calma, por más que la odie, Nathy tiene razón, su madre ya es una señora de avanzada edad, la cual tiene problemas de tensión, y un escándalo como éste podría provocarle alguna alteración a su salud. Tamara abre sus ojos, respirando profundo y responde. —¡Esta bien! Pero no lo hago por ti, sino por mamá. Así que ¡quítate de mi vista y no me estorbes! —lo que siente por Nathy, más que odio, es el dolor de haber sido traicionada por su hermana. Pero antes de entrar, estira su mano despidiéndose de la señora Rebeca, acompañado de una sonrisa fingida. Al cerrar la puerta es recibida por su madre, quién camina hacia ella, con ayuda de un bastón. —¡Hija! ¡viniste! —dice la señora Susana con una sonrisa en su rostro. —¡Mamá! ¡bendición! ¿Cómo has estado? —le dice Tamara, con mucho respeto, tomándola por la mano, y besando su mejilla. —¡Hay hija! Aquí, con mis achaques, ya sabes, las cosas de los viejos. —¡Hay mami! Pero yo te veo ¡Muy bien! —ríe. —Hace días que no nos visitabas —comenta. —Es que —guarda silencio viendo a Nathy, de reojo— es que habia tenido mucho trabajo, pero hoy te traje una buena noticia, ¡Te va a encantar!. —Si, hija cuéntame, pero antes ¿Por qué no pasamos a la cocina, y nos tomamos una taza de café? —Eso sería excelente mamá —no había nada que le gustará más a Tamara, que sentarse junto a su madre para hablar y tomarse una taza de café, eso era algo que la reconfortaba cuando se sentía mal. —¡Hummmm! ¡Me encanta el olor de tu café! Lo voy a extrañar cuando ya no esté —dice Tamara cerrando los ojos, respirando profundo. —¿Cómo que cuando no estés? —pregunta su madre, colocando una taza frente a ella. —¡Hay mamá! —toma su mano, por encima de la mesa—, hoy me pasó algo que solo pensé se daría en mis más locos sueños —suspira contenta. —A ver, termina de contarme, me tienes curiosa —responde su madre con mucha curiosidad. —¡Me voy a vivir para Nueva York! ¡Me ascendieron Mamá! —dice Tamara emocionada, con una gran sonrisa. Su madre inmediatamente rompe un grito al cielo. —¡Ahhhhh! ¡No lo puedo creer! —le responde. —Si mamá, me van a dar el puesto de Jefa de ventas de la sede principal —sonríe de oreja a oreja— ¡Esto es un sueño hecho realidad! ¡Por fin! Tantos sacrificios, estudio y arduo trabajo, está cosechando sus frutos. Y todo esto gracias a ti, y a mi papi —mira hacia arriba con anhelo— sin ustedes no habría podido, me dieron la mejor educación para que yo pudiera tener un mejor futuro, y eso es algo que nunca podré pagarles. —¡Hay mi niña! ¡estoy tan orgullosa de ti! De ver la mujer fuerte en la que te haz convertido —se inclina y besa la frente de Tamara—, Augusto estaría tan feliz de ver la mujer en la que te haz convertido —sus ojos se llenan de lágrimas.q —Si, mi papito lindo, estaría aquí riendo, y sacando la mejor botella que tuviera guardada para celebrar, hasta con parrilla y todo —su mirada se entristece— pero estoy segura de que donde él está, se siente muy orgulloso de mí. —¡Si! De eso no hay duda. Por cierto —arruga el entrecejo— ¿Y Clibert? ¿Se irá contigo? —pregunta su madre, ignorante de todo lo que había sucedido. Támara se queda callada por un momento, siente un gran nudo en la garganta, pues recordar a Clibert y todo lo sucedido frente a su madre, la hace sentir más susceptible, ya que su madre es quien siempre la consuela en momentos como este. Ella se levanta del asiento e intenta tomar algo de aire, para no llorar frente a Susana. —Mamá, Clibert y yo terminamos —dice con una voz algo cortada. —¿Terminaron? ¿Cómo? ¿Cuándo? —pregunta su madre confundida. Támara aún de espaldas responde. —Últimamente peleábamos mucho, así que no tenía caso que continuáramos —el dolor se mete en su pecho, haciéndola sentir sin respiración. —¡Seguro pueden arreglar las cosas! Ustedes los jóvenes siempre exageran las cosas. —No mamá, Clibert —los ojos se humedecen. Su madre se levanta del asiento y abraza a Támara, ella sabe que sus brazos la harán sentir mejor. Las lágrimas empiezan a resbalar por las mejillas de Támara, es imposible ocultarle el dolor que siente a su madre. —¡Tranquila mi amor! Todo pasará, ya veras que vuelven pronto. Támara vaya, no quiere explicarle a su madre lo sucedido, pero su abrazo la hace sentir mucho mejor. Luego de un rato, Támara se despide de su madre y conduce hasta su departamento. Al entrar en el, este se siente vacío, desolado, ya no es el mismo desde ese día. Ella ve hacia los lados, como si estuviese esperando que de alguna manera Clibert saliera corriendo a su encuentro, como solía hacerlo, con un gran abrazo y un dulce beso, ese era su momento favorito del día, cuando se sentía amada y valorada. Aunque todo era de mentira, ya que la traición de él, hizo que sus ojos se abrieran y la enseñaron a no ser tan inocente y saber que hasta la persona que dice que te ama, puede hacerte tanto daño, como si no lo hiciera. Támara deja su bolso sobre el sofá, y camina hasta la habitación, donde se detiene por un instante, ya que la imagen de Nathy junto a Clibert la golpean como si estuviese viviendo el momento nuevamente, por lo que se apresura a tomar algo de ropa para salir de allí y ducharse. Luego de cambiarse, camina hacia la cocina, abriendo la nevera, donde lo único que hay, a parte de Una jarra de agua medio llena, son dos panes de sándwich y una crema de queso, recordando que no había hecho el mercado, cosa que siempre hacía Clibert. Támara se sienta en el sofá, con los panes tostados y untados con la crema de queso y prende la televisión, viendo un capítulo de su serie criminal favorita. Sin darse cuenta, está se queda dormida despertándose en el momento en que el plato cae al suelo, cansada por el día de trabajo, se levanta y busca unas sábanas las cuales acomoda en el sofá, ya que desde que descubrió la infidelidad, no ha podido dormir en su cama. A la mañana siguiente, y sin nada para desayunar, Tamara se levanta un poco más temprano de lo normal, se ducha y se arregla, cosa que hacía como un ritual cada mañana, ya que para ella su imagen era de suma importancia, tener una primera buena impresión era fundamental para cerrar cualquier trato con nuevos clientes.
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