La palabra culpable continuaba ardiendo en la punta de mi lengua, cuando el juez colgó de nuevo sus lentes en el puente de su nariz. Por miedo a las represalias, evité mirar atrás, sin observar el rostro empañado de Erika y Andrea. Esas mujeres aprendieron a quererme a punta de tropezones y sintieron como sus almas se partían en dos cuando de mis labios brotó que era un jodido culpable por la muerte de Ellie.
Quizá debía declararme inocente, pero no podía mentir ante tantas personas. Era culpable de mis actos y pagaría por ellos. Estaba tan malditamente cansado de ocultar mis pecados tras las personas que me rodeaban, que la carga que portaba en mi espalda era insoportable. Pesaba demasiado y me agotaba hasta el cansancio. Era tiempo de aceptar mis errores y dejar que otras personas decid
