8. ESCAPE DEL MAL

1158 Words
No tuve mucha oportunidad de opinar, la señora María decidió, sin más, que Juliana sería mi enfermera personal. Y aunque me fastidie admitirlo, lo que dice no está lejos de la realidad. No estoy en condiciones de hacer ni intentar gran cosa. A la mañana siguiente, temprano, Juliana apareció en mi puerta con algunas pertenencias, lista para instalarse en mi apartamento por un tiempo. Aunque en el fondo me emociona la idea de tenerla cerca, también siento una mezcla de frustración y humillación al exponerme en este estado de vulnerabilidad frente a la mujer que me interesa. El desayuno me sabe a gloria, gracias a Juliana, que se ha encargado de prepararlo. Las pastillas para el dolor me regalaron casi dos horas adicionales de sueño, lo que significa que cuando ella llegó, apenas estaba empezando a organizar la habitación. Bañarme aún estaba en la lista de pendientes. Recibo sus regaños por no descansar lo suficiente y no quedarme quieto. Pero ella no comprende que, a pesar del dolor, me niego a ser una carga completa. Es curioso: me agrada que se preocupe por mí; es la primera vez en mi vida que alguien realmente parece cuidarme. Juliana coloca el almuerzo que la señora María envió sobre la pequeña mesa de la cocina, transfiere su contenido a una olla y luego lava el recipiente antes de llevarlo consigo. Me hace un par de recomendaciones que me sacan una sonrisa, y finalmente me pide prestadas las llaves antes de salir hacia el trabajo. La veo alejarse y, cuando la puerta de mi modesto apartamento se cierra, siento que de alguna manera todos mis problemas se desvanecen por un instante. Fragmentos de mi vida regresan a mí, y recuerdo aquel inesperado suceso que cambió mi juventud, algo a lo que me aferré para escapar de una vida tortuosa. Tal vez Juliana represente una nueva tabla de salvación que me permita, por fin, dejar de sobrevivir para empezar a vivir. ¿Merezco realmente vivir? Ahora creo que sí. Para muchos, el servicio militar obligatorio es una pérdida de tiempo, una pausa en la vida que aplaza sueños y proyectos importantes. Pero para mí, fue la oportunidad perfecta para escapar de la banda y desaparecer del radar. En esa época, el servicio duraba dieciocho meses y te podían enviar a cualquier base del país. Recuerdo la noche en que el ejército hizo una redada en el barrio. Yo tenía apenas dieciséis años recién cumplidos. El cabo primero, al no creer que era menor de edad, me subió a la NPR junto con los demás chicos. Regresar al pueblo y enfrentarme a mi madre y a ese hombre nunca estuvo en mis planes, pero la ley lo exigía. El cabo, que de alguna forma captó mi situación, se empeñó en escoltarme con dos soldados hasta mi casa para que no me escapara. Recogí mis papeles y, de paso, mi madre supo dónde encontrarme. Aunque no estuvo muy presente, me visitó en el batallón un par de veces, lo que hizo imposible romper el contacto con ella. A pesar de que para muchos el ambiente era hostil, a mí me resultó soportable. Tenía techo, comida, y además, nos daban "instrucción". El cabo decía que tenía facilidad para el aprendizaje y me convenció de validar el bachillerato, algo que logré gracias a su apoyo. La verdad es que nunca fui bueno cumpliendo órdenes, al menos no en esa época. Pero estar en constante actividad ayudaba a mitigar mis crisis de ansiedad, lejos de las drogas. Al final, después del servicio militar, fui soldado profesional durante tres años. Inhalo profundamente y una punzada de dolor me devuelve al presente, recordándome que es hora de tomar mis medicamentos. No moriré de esto, pero maldita sea, cómo duele. El dolor constante me impide hacer muchas de las cosas que quiero, así que me resigno a darme un baño y levantarme solo para calentar algo de comida y beber agua. Desde la cama, miro el armario y agradezco tener ropa suficiente para dos semanas, pues evidentemente no podré lavar. Aun cuando Juliana y la señora María dijeron que se encargarían, mantengo la esperanza de que, si escondo la ropa, se olviden del asunto y lo pueda hacer yo más tarde. Los sonidos provenientes de la cocina me despiertan; me había quedado dormido y ya es de noche. Me toma tiempo, pero logro llegar hasta donde está Juliana. —No debiste levantarte, ya te iba a llevar la cena —me dice, acercándose para ayudarme a sentarme en una de las sillas del comedor. —Estas pastillas me hacen dormir demasiado —respondo, aceptando su ayuda—. Además, no me parece malo moverme un poco y hablar contigo. Miro el apartamento y noto que ha estado aquí un buen rato. Varias de las tareas que tenía pendientes ya están hechas. Mientras cenamos, escucho cómo fue su día. —No te preocupes por el aseo, Max —dice de repente, y me sorprende su comentario. —Ya me di cuenta de que eres muy quisquilloso con eso —añade, mientras unta mantequilla en una galleta—. Pero tienes todo tan limpio y tu depa es tan pequeño que solo me queda mantenerlo. Me sorprendes. —No puedo evitarlo, soy fanático de la limpieza —respondo, curioso—. ¿Eso te molesta? —Es inusual, pero no malo. Tu mujer será afortunada, porque veo que eres de los que ayudan en la casa. —Siento que estoy perdiendo puntos aquí —le digo, medio en broma—. En cualquier momento aparecerá alguien con quien puedas compartir cosas más emocionantes que limpiar, cocinar y ser mi bastón. —No seas tonto —se acerca y me da un suave beso—. No sé exactamente en qué punto estamos, pero lo que sé es que nadie más se me va a acercar. Que tú lo hicieras fue una sorpresa para mí. —¿De verdad no hay nadie más? —le pregunto, incrédulo. Una sonrisa triste asoma en sus labios. —Hay alguien, su nombre es Jefferson. Es mi ex, pero no quiere aceptar que lo nuestro terminó. Me ha estado esperando afuera de casa estos días. —Así que en parte soy un escondite —digo, entendiendo por qué la señora María insistió en que se quedara conmigo. —No lo veas así, Maximiliano. También quiero cuidarte. Tal vez esto sea una jugada rara del destino, ¿no lo crees? No me gusta la idea de creer en el destino, como si eso significara que no hay forma de escapar de mi vida pasada. Destino suena a hermana del sueño y de la muerte. Si existe, también debe existir algo después de la muerte. Y con los pecados que cargo, no puedo imaginar que mi alma vaya a un buen lugar. Pensar en eso me da miedo. —Cuéntame más de ese hombre y lo que pasó entre ustedes.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD