2

1097 Words
Al terminar de asearme, bajé a la cocina apresurada. Tenía mi estómago pidiendo a gritos aunque sea un bocado de comida. Al llegar, observé a mi madre en la sala viendo las noticias y tejiendo. —Buenos días mamá—la saludé con un beso en su cabello. —Buenos días cariño—devuelve—, ¿con quién estabas hablando? Pregunta cuando me doy la vuelta y paro en seco. Joder, ¿nos escuchó? —Con nadie mamá, estaba practicando mi papel en la obra—miento, pero no del todo. Sí tengo que practicar para una obra. —¿Tan temprano? Juré escuchar una voz de hombre, Stella—suena convencida. Pero no digo más y voy a la cocina. Me consigo con Owen y Mary jugando al Ludo. —Buenos días mis pequeñines—les doy un beso a cada uno—, ¿qué tal durmieron? Mary hizo una mueca. —Ni tan bien, ni tan mal—contesta Mary. —Yo como un bebé—musita Owen y luego suelta un quejido de derrota cuando Mary le gana—, eh, Stell, te ha llegado un correo, está junto a la puerta. Frunzo el ceño, extrañada. —¿Un correo? —Sip—hace énfasis en la p. Encojo un hombro y me doy vuelta. Abro el microondas y me encuentro con la mitad de un sándwich tibio. Bueno, es lo que hay el día de hoy. Quizá ya nuestros desayunos, almuerzos y cenas no sean así. Quizá... Porque aún no estoy segura. Tomo el sándwich y me lo como poco a poco. Es de pavo, y está delicioso. Mary y Owen aún siguen jugando y yo salgo de la cocina, para ir a la puerta y buscar el correo. Es raro que me llegue un correo, podría ser de la Universidad, pero es muy pronto para que me entreguen las notas. Trago el último pedazo de sándwich y cojo el sobre que está en el piso, de un lado. Para: Stella Moritz De: C. —¿C? ¿Quién carajos es C? —¡Stella, esa boca!— me reprende mi madre. —¡Lo siento! Mi siguiente rumbo es subir a mi habitación corriendo. Me echo a la silla incómoda en la que estaba aquel demonio y siento un escalofrío recorrerme. —Bien, veamos. Cogí una tijera y corté el sobre. Lo que había dentro, me dejó sin habla. Había dinero. Parecía mucho. Estaba... Era imposible creerlo. —C de Constantine—dije para mí misma. Saqué el dinero del sobre, y los empecé a contar. Eran billetes grandes, de cien. Y en total, habían mil dólares. —¿Qué es ésto? ¿Qué significa?—seguí hablando sola. Dejé el dinero sobre la mesita que tenía en frente. —No perdería nada con aceptar, tendría un buen futuro por delante, mi madre estaría bien con su ansiedad, mis hermanos también tendrían un buen futuro... —Y estarías llena de felicidad, ¿no? —¡Ah, joder!—pego el grito al cielo al volverlo a ver y escuchar—, ¿podrías no aparecerte así de la nada? Por favor—le pedí aún asustada. —¡¿Stella estás bien?!—escucho que grita mi madre y observo enojada a Constantine ahora. —¡Sí mamá, es sólo una cucaracha! No escucho nada de su parte ahora. —¿Qué quieres? Dijiste que pasarías en la noche—espeté cruzándome de brazos. Constantine encogió sus hombros. —Te estaba observando y escuchando. Sólo dije lo que es cierto. Trago saliva. ¿Me observaba y escuchaba? —¿Para qué apareciste? ¿Por qué ese dinero? —Es un regalo, Stella. Deberías salir ahora a comprar de comer, ¿no quieres? Vuelvo a tragar saliva. Mi corazón de va hundiendo un poco porque ha dado en lo que más quiero. —Constantine... —Compra comida, jabón de baño, lo que quieras, es un regalo, aún si no aceptes, es un regalo—me dice y lo veo rascar su barbilla. Sus ojos azules son atrayentes y muy brillantes, aunque, si te quedas observando un rato, te empiezan a causar miedo. —Yo acepto. Pero bajo mis condiciones—suelto segura. Constantine cruzó sus brazos y ladeó una sonrisa que al parecer fue conforme. —Bajo tus propias condiciones serán, Stella—acepta y puedo soltar el aire que estaba reteniendo—. Ahora... te daré ésto. Se acerca a mí y saca una billetera de su bolsillo trasero. —Puedes hacer lo que quieras y gastar lo que quieras—me tiende tres tarjetas de créditos que al mi parecer, son ilimitadas—, lo son, Stella. Abro la boca, sorprendida. —Es mucho Constantine, no voy a aceptar tanto, tampoco es que yo sea mucho—rio nerviosa y desvío la mirada. —Eres mucho, Stella—espeta y devuelvo mi vista a él. No entiendo por qué, pero mis mejillas se sonrojan. Constantine parece consternado y carraspea—, son tuyas ahora. Me toma el brazo y luego la mano, dejando las tarjetas ahí. —Yo solo quiero algo mensual, no... —No lo rechaces Stella, no lo hagas, te lo estoy dando y ya está, ¿sí? No te preocupes—sigue diciendo pero me niego. —¡Es mucho dinero!—susurro en un grito que ahogué. Constantine rueda sus ojos. —¿Y qué? Tengo más, en serio, Stella, déjalo así, me iré. —¡Constan...! Y desaparece, dejando un humo n***o en el lugar que estaba. Unos segundos después, Owen abre la puerta de mi habitación en un tirón. —¿Con quién hablabas, hermanita? Frunzo el ceño e intento disimular con una sonrisa confusa. —Con nadie, tontín—digo, pero él no parece creerme—, estaba ensayando. Oye Owen, ¿quieres acompañarme al centro comercial? Sus ojos se iluminan. —¿Me comprarás algo delicioso? —¡Te compraré algo súper delicioso!—exclamo feliz y me acerco a mi hermano para darle un abrazo seguido de un beso—, algo muy delicioso. Se fue corriendo a su cuarto a cambiarse y yo hice lo mismo. Aunque, nada más conseguí un sweater gris y un short n***o limpio. Tomé el efectivo y lo guardé en mi bolsillo trasero. —¡Stell, ya estoy listo!—grita desde la planta baja. Antes de salir de mi habitación, suelto un sonoro suspiro. —Muchas gracias, Constantine—hablé lo suficientemente alto, quizá, para que me escuche. Si es que lo hacía.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD