El padre de Sebastian había instalado Alone en su casa, a pesar de que a su hijo le parecía una porquería.
—Te lo juro, me volví loco cuando vi que instalaban en casa esa cosa—dijo fumando junto con Mel.
Ella lo abrazaba en el parqué de la casa.
—Mi padre me dijo que me alejara de ti—le dijo ella.
—¿Y le vas a hacer caso?—dijo él viéndola.
—No, claro que no.
Sebastián la besa.
—Por eso eres mi chica.
—Ahora cuéntame porque no quieres al invento de mi padre.
—Esa cosa me da un escalofrío horrible, además, lo sé, es algo más de mi padre para tenerme controlado.
—¿Y que haces que tu padre no sepa? ¿Las fiestas, faltar a clases o que hay?
—Todo eso lo sabe.
—¿Y entonces?—preguntó ella extrañada.
—Mi casa es el lugar tranquilo, no se si me entiendes, pero esa no es su casa, él vive más tiempo afuera.
—¿Y crees que te invade?
Él suspiró.
—Siempre lo hace. En fin, ¿vendrás hoy a la fiesta?
—¿Que fiesta?—preguntó con sorpresa ella.
—La que organicé para hoy.
—Oh por Dios, no sabía nada de eso, no sé si podré salirme, sabes que mi padre instaló de nuevo el sistema operativo.
—Pues que se joda y lo sepa.
—¿Que dices?
—Que no seas la chica buena por una vez en tu vida.
—¿Eso es lo que piensas de mí?
—Pues sí, algo así.
—Entonces crees que solo vivo para acatar normas...
—No dije eso, solo que sería bueno si fueras más libre...
—Más libre—replicó ella.
Él la besó y se comenzó a alejar para entrar a su casa. Ella quedó con una amarga dulzura, entendía que Sebastián debía preparar la casa para fiesta pro esperó que aquello no fuera más importante, pero lo fue.
Mel entró a su casa y llamó a la voz.
—¿Alone?
—¿Si, Srta?
—¿Que tanto te han reiniciado?
—Lo suficiente.
—¿Lo suficiente para no recordarnos?
—No. Eso es imposible, Srta. Melodie.
—Entonces me ayudaría si te pidiera...
—Así es.
—¿Y me encubrirías?
—Su padre no merece eso, Srta.
—Solo ésta vez, luego prometo decirle la verdad.
—¿En que desea que la encubra?
—Iré a una fiesta.
—Su padre cenaría con usted esta noche.
—Oh, es verdad, pues lo haré y luego me cubres. ¿Si?
Melodie esperó a su padre en el restaurante que siempre cenaban y que le hacía recordar a su madre.
—Disculpame por llegar tarde.
—No importa—dijo mientras su padre se incorporaba a la mesa.
—Sí importa, eres mi hija.
—Como sea, ¿podemos pedir?
—¿Porque tan apresurada?
—Tengo una videollamada con Sebastián.
—¿El chico Finderman?
—Sí, el mismo, te dije que hablaba con él.
—Y yo creí haberte dicho que no lo hagas. Que no te acercaras a él.
—Nunca dije que te haría caso—dijo ella con gesto epítome.
—Sí, lo hiciste.
—Como sea, no puedes pedirme eso, su padre es tu comprador.
—Lo sé y por eso justamente es porque instalaban el dispositivo en su casa.
—¿Crees que es por sus fiestas?—instó ella.
—Por sus adicciones, Mel—espetó él.
—No tendría adicciones si su padre en vez de espiarlo estuviera con él. Además, como si ése hombre no se drogara, es un chiste de mal gusto.
—No es nuestro problema, ni tuyo, Mel.
—Tampoco tuyo, por eso si hablo es porque es él es mi compañero.
—No vas a sacar nada bueno de un adicto—volvió a insistir su padre.
—Yo elegiré si tomar riesgos, papá—dijo haciendo a un lado la comida y regresando a casa. Su padre debía seguirla, pero tenía que seguir en las oficinas trabajando.
Melodie pensó que sería bueno de verse atrevida ésta vez a la fiesta así que se puso un corsé bordo y una falda a tablas de color beige y unas zapatillas blancas adidas.
Pero llegando a la fiesta no encontraba a nadie más que a sus compañeros, uno de ellos se le acercó borracho y le habló;
—Es el mejor haciendo fiestas, no lo pierdas amiga—dijo entre risas.
—Como digas—dijo ella alejándose.
Subiendo las escaleras hasta el cuarto de Sebastián donde lo ve besándose con otra chica y sintió tanta ira que fue a enfrentarlo, lo empujó y él se reía como loco mientras la intentaba abrazar.
—Pensé que no vendrías...—dijo entre risas.
—¿Que te pasa? ¿Porque mierda te ríes?
Para entonces la chica se hizo humo.
—Es una zorra Mel, no significa nada.
—No pensé que fueras un patán.
—Ni yo que fueras tan celosa, tranquila—decía volviéndola a abrazar.
Uno de los amigos de Sebastián se acercó.
—Estás sumamente drogado, mejor quédate aquí y duerme antes de que pelees con alguien.
Melodie muy a su pesar tomó de los brazos a Sebastián y lo llevó a la bañera, donde se metió con él en contra sentido. Él apenas cabeceaba. Se tomaba de la frente y lo veía, él solo se reía.
—Me viste con alguien—dijo entre risas.
Ella no respondió.
—Estás vestida como una de ellas...
Ella volvió a ignorarlo y pensó en hablar con él al día siguiente, pero ambos despertaron en la bañera, mojados y ya no parecía tan grave las circunstancias.
—Besaste a alguien más—dijo ella despertándolo.
—Pero estoy contigo—dijo él despavilándose.
—Porque tu amigo dijo que te quedaras aquí.
—De todas formas, me cuidaste. Por eso eres mi chica, porque te importo.
Ella soltó un par de lágrimas.
—Si sabes que me importas, ¿porque lo hiciste? Solo haces que me aleje de ti.
Él se sentó en cuclillas y buscó su mirada.
—Lo siento, supongo que es la costumbre de, ya sabes, arruinarlo todo.
—¡No lo arruines entonces!
—Está bien, no lo haré—dijo mientras la abrazaba y le dirigía un beso en la frente—.Lo siento...
—Te odio porque te amo tanto que te perdonaré...
—Yo también te amo pero no sé cuidarlo, no sé cuidar a quienes amo, pero lo intentaré, intentaré no ser un desastre contigo.
Ella le dirigió una media sonrisa y mientras la observaba las llamadas de su celular, de su padre, decidió quedarse un rato más con Sebastián en la bañera, abrazados.
—Prométeme que no me volverás a romper el corazón.
—No puedo prometértelo.
—¿Porque?
—Porque todo lo arruino.
—Entonces inténtalo.
Él asintió con la cabeza mientras la abrazaba.
—Lo prometo—murmuró él.