En la cocina, Alejandra y Javier ya estaban sentados a la mesa. Los ojos de Javier se abrieron como platos al ver a Carla y Alma, su boca se abrió y cerró sin emitir sonido alguno. Alejandra, por su parte, sonrió con aprobación, sus ojos brillando con una mezcla de lujuria y diversión. —Siéntense—, ordené, señalando las sillas vacías. Carla y Alma obedecieron en silencio, sus movimientos cuidadosos y medidos, como si fueran conscientes de cada mirada sobre sus cuerpos desnudos. El roce de sus pieles contra la madera de les arrancó un suspiro. El almuerzo transcurrió en un silencio cargado de tensión erótica. Los ojos de Javier no dejaban de recorrer los cuerpos semidesnudos de Carla y Alma, su nuez de Adán subiendo y bajando con cada trago nervioso. Por su parte, las chicas mantenían la

