-No lo hago — Contesté con un tono más serio y fúnebre del que me esperaba.
—Mmm — su voz revelaba duda (que no sabría expresar si era real o fingida) — Mi pobre hijo de 22 años no puede tener diversión porque está atrapado con su mami en una cabaña — Remató, fingiendo su voz. Me reí, mamá sabía cómo manejar mis emociones, todas mis emociones. —Verdad — se me adelantó.
—Ok, y mi pregunta es la misma, ¿cómo te “liberas” ahora que tenemos que compartir cuarto y casi ninguna habitación de esta casa nos provee la bendita-bendita privacidad?
Mamá se inclinó hacia atrás, apoyando los codos en las rodillas mientras formaba una sonrisa maliciosa. Luego, miró hacia el techo de madera como si buscara inspiración entre las sombras
—Ay, hijo —dijo finalmente con un suspiro teatral—, la verdad es
