Nada mejor para empezar el día que un orgasmo y un desayuno nutritivo. Pero era momento de ponernos en marcha. Tal como habíamos acordado, nos preparamos para el viaje. Aunque decir “preparamos” es demasiado. No era un viaje largo, y el área no era realmente peligrosa. Así que simplemente tomamos una mochila cada quien, ya que siempre podíamos toparnos con algo interesante, y salimos. Empezamos a caminar las calles, antes llenas de vida, ahora habitadas por flora y fauna silvestre. Mi retoño caminaba frente a mí, a pasos enérgicos y siempre atento al ambiente. Aunque yo sabía que no había ningún riesgo pues éramos los únicos habitantes ahora. Su cabello castaño se movía con el viento, y no podía evitar admirar su figura delgada y atlética mientras avanzábamos. Era un contraste entre la

