Amanecí adolorida. Las piernas y nalgas habían recibido más estímulo en ese par de días que en los últimos años. Con una mezcla de horror y sorpresa, descubrí que Tom contaba ya con una erección portentosa que era visible (y hasta escandalosa) a través de las sábanas. Él todavía dormía con placidez. Sin hacer mucho ruido, para no despertar a la bestia. Lo primero que hago todas las mañanas es preparar un desayuno sencillo, que nos brinde energía para comenzar con el día que tenemos de frente. Nada muy elaborado: café y fruta. En eso estaba cuando escuché pasos en el corredor. —Buenos días, mami —Buenos días, mi amor — respondí, pensando que se trataba de un simple saludo. Pero cuando volteé a ver a Tom, me encontré con este muchacho corpulento que se abalanzaba a besarme con fuerza

