Isabel estudió la foto, sus ojos recorriendo la imagen de su hijo en bóxers. A pesar de la situación incómoda, no pudo evitar sentir una punzada de orgullo maternal al ver lo atractivo que se había vuelto su pequeño y lo no tan pequeño que ya era. —No está mal, cariño —comentó con una sonrisa pícara—. un poco fuerte para una primera insinuación y un poco suave para una segunda… creo que podrías trabajar más en el ritmo. Carlos se sonrojó, pero se encontró riendo junto con su madre. La tensión que había sentido durante días parecía evaporarse con cada carcajada compartida. —Sabes, a veces solo necesitamos hablar las cosas para sentirnos mejor —dijo Isabel, su voz suave y reconfortante—. No importa cuán vergonzoso o complicado parezca, compartirlo puede aligerar la carga. Mientras hablab

