No se podía quitar de la cabeza todo lo que había pasado esa mañana. Las cosas que había hecho. Si le hubiesen dicho que iba a lamerle el culo a un hombre, habría pensado que quien lo decía estaba loco. Y no sólo lo había hecho, sino que le había gustado. Durante la comida, intentó comportarse como siempre. -Mami...esta tarde he quedado con unas amigas para ir a dar una vuelta al centro. ¿Puedo ir? -Claro mi vida. -Volveré temprano. -Bueno, ya eres una mujer mayorcita. Puedes venir un poco más tarde. Seguro que tus amigas pueden estar más tiempo, no? Diana miró a su padre. Él también estaba perplejo. ¿Era ese su madre? -Sí...ellas pueden llegar más tarde. -Bueno, pues no se hable más. ¿Estás de acuerdo, Valentín? -Claro. Claro. Ya es mayorcita. -Gracias mami. Tan contenta estaba

