Qué asombroso es despertar después de una satisfactoria sesión de sexo oral.
Eso es lo que descubrieron Isabel y Carlos a la mañana siguiente.
Era viernes, y el cuerpo lo sabía bien.
Carlos se desperezó lentamente, estirando sus extremidades bajo las sábanas aún tibias.
El sol se filtraba por las cortinas, bañando su habitación en una luz dorada que parecía celebrar la intimidad compartida la noche anterior. Con un suspiro de satisfacción, se incorporó y alcanzó su laptop, conectándose a su clase virtual con apenas unos minutos de sobra.
Mientras el profesor comenzaba su lección sobre estructuras modernas, Carlos no pudo evitar que su mente divagara hacia los eventos de la noche pasada. El sabor de su madre aún persistía en sus labios.
En la habitación contigua, Isabel ya llevaba hor
