El murmullo tenue de la televisión reinaba en la sala, sólo interrumpido por los sonidos inconfundibles que una buena felación provoca. Y es que la cabeza de Isabel, subía y bajaba rítmicamente sobre la v***a de Carlos, quien simplemente se estaba dejando llevar en el sillón de la sala de estar. Él estaba desnudo, requisito expreso de su madre. Mientras que ella se encontraba aún en ropa de trabajo, petición amable de él. Ah, la naturaleza está sanando. Carlos se abandonaba a la deliciosa humedad de su madre, pues había aprendido a controlar su excitación, al punto en que, si Isabel no fuera la experta chupa-pollas que era, esta sesión podría prolongarse casi al infinito. Y si seguía, justamente era porque Isabel también disfrutaba plenamente de estas íntimas sesiones de descarga: seguía

