La cuarta partida también la gana Isabel, aunque por milésimas de segundo. El tablero quedó en un precario equilibrio, con solo unos pocos peones y una torre solitaria de cada lado. Isabel movió su reina con precisión quirúrgica, acorralando al rey de Carlos justo cuando el temporizador marcaba cero. Ambos se miraron con intensidad, sus respiraciones agitadas y mejillas sonrojadas por la emoción del juego. Carlos dejó escapar un suspiro de frustración, pasándose una mano por el pelo. —Si tengo que hacer la cena —advirtió con una sonrisa torcida—, entonces prepárate para comer pizza congelada. Isabel rio, un sonido rico y melodioso que llenó la sala. Sus ojos brillaban con diversión y algo más, algo que hizo que el corazón de Carlos saltara un latido. —Tengo una mejor idea —dijo ella, i

