Una última semana en el paraíso. Así es como pensaba que serían estos días y actúe en consecuencia: las horas transcurrieron en una neblina de placer y deseo. Mi madre… dios mío, ¿quién lo hubiera pensado? Mar se puso como reto un día hacerme acabar en 5 minutos, para lo cual me practicó una mamada que me dejó seco y sin aliento. Nunca la había visto (ni sentido) presionar la carne de mi v***a con tanta vehemencia. —Mierda — gemí, enredando mis dedos en su sedosa melena negra. Mar no se detuvo. Si acaso, redobló sus esfuerzos con una determinación feroz. Sentí cómo se contraían mis músculos. —¡Mar, espera! —jadeé, pero era demasiado tarde. Mar había hecho trampa, la muy pícara. Durante la mamada, se concentró en lamer y chupar mi glande con una precisión devastadora. Su lengua danzab

