Mis manos acariciaban sus costados, sintiendo cómo se estremecía bajo mi toque. Podía oler el aroma de su champú mezclado con su esencia natural, una combinación intoxicante que me hacía querer devorarla entera. Llegué a la parte baja de su espalda, justo encima de sus nalgas. Aquí, me detuve un momento, respirando profundamente. Besé con reverencia la curva donde su espalda se convertía en sus glúteos, saboreando la suavidad de su piel. Mis manos acariciaron sus nalgas, apreciando su firmeza y redondez. Eran verdaderamente portentosas. Con delicadeza, separé sus nalgas, revelando el tesoro escondido entre ellas. Su ano, pequeño y rosado, palpitaba suavemente ante mí. Sin dudarlo un instante, acerqué mi rostro y deposité un beso tierno justo en el centro. Mar dejó escapar un gemido aho

