Natalia cruzó los brazos sobre su pecho, como si intentara contener la tormenta que empezaba a brotar dentro de ella. Cerró los ojos por un momento y, al abrirlos, su voz ya no temblaba de tristeza, sino que comenzaba a teñirse de rabia. —No puedo hablar de un momento específico —comenzó, con las palabras saliendo a borbotones—. Pero recuerdo que hace unos años Daniel obtuvo un trabajo que significó un gran salto en su carrera. Eso trajo muchas cosas que odiaba. Su respiración se volvió más pesada mientras continuaba. —Comenzó a dedicarle todo su tiempo a esa vida. Espacio personal, atención, todo se fue para su trabajo. Cuando le hablaba de mis cosas, de mis historias, me respondía como si no le importara. Solo decía "sí" o "qué bueno", como si yo no existiera. Su tono se volvió más a

