Las contracciones de su ano ordeñaban mi v***a, exprimiendo hasta la última gota de mi leche. Podía sentir cómo mi semen se desbordaba, escapando por los bordes de su ano estirado y goteando por sus muslos temblorosos. Finalmente, exhausto y saciado, me derrumbé sobre la espalda de Alma. Nuestros cuerpos sudorosos se pegaban, nuestras respiraciones agitadas se mezclaban en el aire cargado de la habitación. Lentamente, retiré mi polla de su culo con un obsceno sonido de succión. Un río de semen espeso comenzó a fluir de su ano dilatado, manchando aún más las sábanas debajo de nosotros. Satisfecho, me incorporé lentamente, observando la escena ante mí. Los cuerpos exhaustos de Carla y Alma yacían sobre la cama, sus pieles brillantes de sudor y otros fluidos. Javier permanecía de pie, su p

