Sandra entonces puso manos a la obra (nunca mejor dicho). Con una mano en los huevos de Carlos aún, puso otra en su v***a, recorriéndola en todo su extensor, aunque no hizo mucha presión pues sabía que movimientos muy violentos podrían hacerlo acabar y en ese momento se sentía un poco egoísta. s. Sus movimientos eran lentos y deliberados, alternando entre caricias ligeras y firmes. Carlos dejó escapar un gemido ahogado, su cuerpo temblando bajo el toque experto de su madre. —Shh, tranquilo cariño —susurró Isabel. Continuó su exploración, prestando especial atención a las zonas más sensibles. Sus dedos trazaron las venas prominentes, acariciaron el glande suave, jugaron con el frenillo. Carlos se retorcía de placer, incapaz de contener los sonidos que escapaban de su garganta. Isabel si

