El aire entre ellos pareció cargarse de electricidad. Carlos sintió que su boca se secaba, su mente trabajando a toda velocidad para descifrar el significado detrás de las palabras de su madre.
—¿A-ayudarnos? —tartamudeó, su voz apenas un susurro.
Isabel asintió, acercándose aún más.
Isabel sonrió con dulzura, sus ojos brillando con una mezcla de amor maternal y algo más intenso, más primario. Tomó la mano de Carlos entre las suyas, acariciándola suavemente con el pulgar.
—Cariño, estos últimos días... —comenzó, su voz baja y cálida—. He estado sintiéndome especialmente frustrada. La tensión, el encierro, todo se acumula y... bueno, imagino que tú también lo has sentido, ¿verdad?
Carlos asintió lentamente.
—Sí, yo... también ha sido difícil —logró articular.
—Lo sé, mi amor. Y quier
