Aunque ahora se preguntaba si sería capaz de cumplir su promesa. A lo largo de los últimos seis días tanto ellos cinco como Titus, su hermano y los otros dos guerreros habían intentado hacerse con cualquier clase de herramienta que pudiese ayudarles a quitarse los collares, pero no habían tenido la más mínima suerte. Y algo le decía que tampoco les quedaba mucho tiempo. Se paseó por la habitación. Dentro de poco los escoltarían para la comida del final del día. Al día siguiente llegaría otra nave de suministros, y el instinto le decía que sería la única oportunidad que tendrían de huir. Soltó un gruñido de pura frustración mientras iba de un lado al otro de la estrecha sala. ―Esos malditos insectos son unos capullos muy organizados y desconfiados ―dijo Tor con un suspiro―. Siempre se ase

